«Las circunstancias cambian». A escenarios nuevos, políticas distintas. A necesidades urgentes, decisiones ya.
Sucederá hoy es el titulo de la columna que el periodista de Onda Cero, Carlos Alsina, publica en La Razón, para anunciar que el Ministerio de Economía concretará ya las medidas que el Ejecutivo va a tomar para reducir el déficit.
Elena Salgado, ministra seria poco amiga de la cháchara, ha de llevar a Bruselas el martes 18 su nuevo plan de adelgazamiento del gasto, rebautizado por los rapsodas de la jerga político-financiera como «de consolidación fiscal».
Tras cuatro meses de prólogo y tibia declaración de intenciones, toca ponerle nombre a los ministerios y partidas que sufrirán la poda.
Tal vez la frase más atinada de sus seis años de gobierno fue aquélla que pronunció cuando ETA mandó al carajo el proceso de paz: «Las circunstancias cambian». A escenarios nuevos, políticas distintas. A necesidades urgentes, decisiones ya.
Si la Unión Europea emerge como avalista de las cuentas de España, no le queda otro camino al avalado que atender los requerimientos de quien le avala.
La bronca que tuvieron De la Vega y Salgado por el sueldo de los funcionarios es noticia de hace un siglo. La congelación acabará llegando, como el recorte de ayudas sociales y la subida de impuestos a las rentas altas.
La falta de sintonía entre ministros y altos cargos del gobierno es un estorbo serio del que Zapatero, personalmente, se debería ocupar.
Si de Angela dependiera, no habría tijera de podar, sino motosierra de la matanza de Tejas. No caerá Zapatero en esa tentación.
Comparecer en el Congreso para anunciar que «por orden de la canciller alemana se congela hasta nueva orden la inversión pública española» reduce al presidente español a la pobre condición de jefe de obra; políticamente, un pelele.