En los mejores tiempos de Roma, los senadores dejaban el arado para ponerse la toga y volvían a empuñarlo tras abandonar la magistratura
Sabemos que muchos de nuestros políticos no están lo suficientemente preparados para ocupar el cargo que representan. Nuestro presidente es el ejemplo más claro, pero tras él, también están algunos de sus secuaces.
La última en esta lista ha sido Leire Pajín. Desde que llegó en diciembre de 2009, sus intervenciones y discursos sólo han creado crispación en la Cámara y en su partido, además de considerables fracasos políticos.
Ignacio Camacho, dedica su columna de este lunes a este asunto. Titulada Del fracaso escolar al coche oficial, el ganador de la última edición de los premios Mariano de Cavia, asegura que «el presidente del Gobierno es un político profesional que apenas ha pasado un brevísimo tiempo como ayudante universitario.»
Al periodista le llama la atención que en nuestro país, si un político tiene una profesión o negocio fuera de su actividad publica «está mal visto bajo sospecha de conflicto de intereses».
Cada vez hay más concejales, diputados provinciales o consejeros autonómicos que han transcurrido toda su vida laboral en un cargo público; en algún caso han pasado directamente del fracaso académico al coche oficial.
Por ello, Ignacio Camacho asegura que no iba tan descaminado el ex ministro, Miguel Boyer, cuando apuntaba a que, si esto seguía así, «pronto estaríamos gobernados por analfabetos».
Le sobró soberbia al hablar de «analfabetos» pero su diagnóstico es certero en lo que se refiere a la creciente mediocridad de una casta sumida en un preocupante proceso de endogamia.
La gente que gobierna y hace las leyes no sólo tiene pocos estudios, sino que ha vivido experiencias profesionales muy limitadas.
El procedimiento más eficaz para hacer carrera política en España consiste en no apartarse de la senda partidista; empiezas pegando carteles y si te muestras leal y disponible ante el «aparatchik» de turno pronto estarás en una lista municipal o te nombrarán asesor en nómina.
El periodista y columnista de ABC critica que los candidatos no responden ante los electores sino ante el secretario general, «y no necesitan más currículum que el de la disciplina interna».
Así puede suceder que de los 350 parlamentarios que discuten la reforma laboral sólo haya ¡dos! trabajadores por cuenta ajena, a los que el escaño salva de la amenaza de un despido barato.
En los mejores tiempos de Roma, los senadores dejaban el arado para ponerse la toga y volvían a empuñarlo tras abandonar la magistratura; ese trayecto de ida y vuelta reforzaba los vínculos de servicio a la república.
En la actualidad no hay modo de que encontrarle sentido a una representatividad ejercida por tipos incapaces de identificarse con un cuerpo social del que se han excluido para meterse en una burbuja.