El problema es que también Rajoy es el problema.

MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Desde las filas oficiales del PP se estableció una consigna que han repetido -y siguen- con especial devoción: «el problema es ZP»; hay crisis económica, problemas entre las instituciones que son la base del estado democrático, conflictos laborales* no nos falta de nada y el Partido Popular ha reducido toda esta conflictividad a un solo nombre: Rodríguez Zapatero. He ahí el origen y el final de todos nuestros males. La frase se vende bien y recuerda mucho (¿factoría Arriola?) al «váyase Sr. González».

Los diez años de ZP al frente del PSOE han provocado todo tipo de análisis y lo cierto es que el resultado no ha sido demasiado positivo ni siquiera en los medios más cercanos al PSOE. Por mi parte no creo que ZP es realmente el problema -en parte sí, claro- pero de lo que estoy seguro es que no puede ser la solución. Y ahora es cuando uno se plantea lo de la alternativa.

Porque no hay forma de que Rajoy despegue en la encuestas; es cierto que el PP supera al PSOE en intención de voto, pero que tengan claro en Génova dos cosas: que no ganan ellos sino que pierde el PSOE y que ni con muelles artificiales es capaz Rajoy de levantar su liderazgo. Les guste o no, no es el candidato ideal; es más: me atrevería a aventurar que las encuestas no serían iguales si se cambiaran los nombres de los líderes: sin ZP el PSOE resurgiría y sin Rajoy ganaría el PP.

¿Y qué le pasa a Rajoy? Pues que sólo brilla en la tribuna y sólo en los principios de los debates. El resto es un caos: tiene al partido hecho unos zorros, hay una falta de autoridad evidente, los clanes se enzarzan en batallas internas y demasiados varones están envueltos en escándalos de todo tipo. ¿Qué hace Rajoy? Nada. Absolutamente nada; «maneja los tiempos» según sus allegados y esa tontería no es más que un eufemismo para decir que no se atreve a posicionarse.

Se equivocó Rajoy dejando llegar hasta donde ahora está el enfrentamiento entre Gallardón y Aguirre, dos bazas fundamentales en el partido; se equivocó y se sigue equivocando -y de qué forma- con Bárcenas y Camps y de ahí hacia abajo lo que quieran: desde Fabra a Matas. Si no es capaz de mantener su propio partido estando en la oposición ¿cómo confiarle la gobernación del país? Es posible que Rajoy pueda ser un magnífico presidente de Cáritas, pero me temo que, hoy por hoy, el PP no es precisamente una ONG.

No es pues cuestión de ideologías sino de capacidad y después de ver lo que pasa en los dos grandes partidos, uno llega a conclusiones más bien pesimistas. Si al Gobierno actual le sobran los ministros porque ZP se ocupa de todo, al Partido Popular le sobra su presidente porque cada uno hace allí lo que quiere. Claro que es posible que ZP sea el problema, tan claro como que el problema del PP se llama Mariano Rajoy.

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