Todo indica que estamos ante una repetición del escenario de 2005
La legendaria capacidad de Zapatero para no dejar que la realidad le arruine una de sus ocurrencias es, como se sabe, perfectamente compatible con su impa- videz para decir digo donde había dicho Diego. Hay asuntos en que, sin embar- go, Zapatero nunca dará marcha atrás, porque forman parte de su más íntima vocación, de sus deseos más hondos. Uno de ellos es el anhelo de pacificar, a su manera, las relaciones con ETA.
No se trata de una rareza, porque se encuen- tra en perfecta sintonía con la idea de que la España constitucional está mal hecha, y que esa mala hechura debe ser modificada y rota para que españoles, catalanes y vascos, como él lo diría, pue- dan vivir en paz. La fórmula política que ha de garantizarlo será la nueva izquier- da que él está creando: una coalición que impida definitivamente el triunfo de la derecha, de quienes son los responsables de las tensiones que rompen este país, según la sectaria e interesada historia con que se nutre.
En su virtud, Zapatero tendrá que pasar por encima de la sentencia del Constitucional y, sobre todo, tendrá que lograr la paz con ETA. En una entrevis- ta reciente se ha apresurado a declarar que el fracaso del proceso de paz sem- bró la «solución definitiva», o sea, que él sigue en ello. a un tiempo, y de manera harto sospechosa, el órgano oficial de la banda se las promete muy felices: algo sabrán.
Este Gobierno es un desbarajuste, salvo en la coordinación de sus feos negocios con ETA, como lo demuestra la férrea armonía con que se coordinan sus acciones y sus despistes. Es imposible atribuir a la casualidad las delicadezas del señor Rubalcaba con los inquilinos de Nanclares, los acerca- mientos de presos, la desaparición de De Juana Chaos o la liberación de Usandizaga, para que se ocupe de su mami. los gestos del Gobierno hacia los asesinos, que se nos presentan como dóciles corderos deseosos de ser concejales de la unión de izquierdas, se multiplican y se aceleran, es decir, que el Gobierno tiene un plan porque Zapatero tiene una obsesión, y necesita exhibir algún triunfo, por más que sea aparente y vaya manchado de sangre, ante el período electoral en el que estamos entrando.
Todo indica que estamos ante una repetición del escenario de 2005. lo que entonces podía ser visto como sín- toma de la fortaleza política del Gobier- no que se atrevía, insensatamente, con todo, es hoy consecuencia de su debili- dad, de la necesidad de ofrecer algo que justifique de algún modo una política cobarde, miope, indistinguible de la alta traición. España no es tan débil como Zapatero y no tiene que pagar con gestos y con prebendas el uso de las bombas y el asesinato indiscriminado de inocentes.
La banda está débil, pero nuestro Gobierno lo está todavía más, y pretende sacar pecho a costa de un nuevo paso en falso que dará nueva vida a ETA para que nos amargue un poco más la nuestra. Hasta el más lerdo de los analistas reconocerá que cuando una banda de asesinos obtenga premio por sus crímenes, lo que se garantiza es que cometa tropelías mayores, porque cualquiera de sus asesinos entenderá que las mercedes han sido logradas a golpe de pistola, y que sería una nece- dad dejar las armas, aunque, como es obvio, haya que disimular que así se ha hecho.
Hoy mismo publica este perió- dico que la banda ha robado coches, matrículas y troqueladoras en el sur de Francia. Como se ve, todos a lo suyo, la banda a extorsionar y matar, y Zapatero a engañarnos de nuevo, a ver si su sueño le convierte en Príncipe de la Paz, a ser posible, a título vitalicio.
Editorial de La Gaceta.