Zapatero, al final de la escapada.

MADRID, 09 (OTR/PRESS)

Nunca supo interpretar la partitura que le entregó la vida: fue elegido secretario general por su tesón, pero sobre todo por las carambolas que favorecen a los que tienen suerte. Para evitar que fuese José Bono, todos los que lo detestaban entonces y recelan ahora del presidente de las Cortes eligieron a un desconocido gris, sin relevancia parlamentaria en veinte años de diputado, que se había cuidado de sí mismo más que del partido en los días sombríos en los que Pedro J., Aznar y Garzón utilizaron la trama del GAL para asaltar La Moncloa.

El pragmático secretario general del PSOE trazó una raya en el suelo para separar el partido de Felipe González del que pensaba construir él a su imagen y semejanza: los brillantes no han tenido espacio en el universo de Zapatero salvo que fueran imprescindibles (Alfredo Pérez Rubalcaba) en un partido en el que la sumisión y la dependencia del líder era el único valor que siempre ha cotizado al alza. La independencia de Zapatero ha sido con respecto al partido; sus amigos de la cancha de Baloncesto se han llevado la tajada del león y los ministros parecen jefes de departamento de un centro comercial; en el partido solo tienen sitio los que no brillan y los que no discuten, porque para el líder la discrepancia se entiende como una ofensa.

Metido por su íntimo amigo Miguel Barroso en el charco de crear un grupo de comunicación alternativo y contradictorio con el Grupo Prisa, el resultado ha sido un debilitamiento general de la prensa de centro o centro izquierda.

El estatuto catalán es la bomba de relojería que va a dejar activada probablemente para nuestros nietos. Y ahora, la pérdida de las primarias de Madrid, le han dejado a este jugador de Póker sin fichas para continuar la partida.

Tomás Gómez pasara a la letra pequeña de la historia del PSOE como el primer socialista que le dijo «no»; y aquí, ocurre como en las lapidaciones: lo que cuesta es encontrar a quien lance la primera piedra: después, todo el mundo coge el guijarro más grande. La humanidad según Thomas Hobbes.

A Zapatero se le ha pasado el estado de gracia; ha llegado al final de una escapada que siempre ha querido hacer en solitario. Y ahora, unos en voz alta y otros en versos suaves y cansinos, buscan cómo librar este lastre para que no hunda al socialismo español en donde no llegan ni los tiburones.

Los genios de verdad son escasos; los experimentos con gaseosa terminan por perder el gas. Y a Zapatero le ha durado porque ha tenido la suerte de llegar a la mayoría de edad en una época de mediocres.

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