Pitos a Rubalcaba.

MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Tradicionalmente, los ministros del Interior han gozado de un plus de simpatía y afecto popular, debido a que los ciudadanos perciben lo delicado de su labor, sobre todo en lo referido a la lucha contra el terrorismo de ETA. Todos los titulares de la cartera de Interior que ha habido desde la transición democrática en los Gobiernos de la UCD, del PSOE o del PP han solido tener una nota alta en las encuestas en las que se pregunta por la valoración de los ministros. Precisamente por eso, es significativo lo que le pasó el pasado domingo al actual ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, durante un acto en honor de la Guardia Civil en la localidad madrileña de Valdemoro. En tres ocasiones, parte del público asistente al acto -en su mayoría familiares de los guardias- abuchearon al titular de Interior, sobre todo cuando este dijo que «hemos mejorado también las condiciones de trabajo de los guardias civiles».

No sé si Rubalcaba ha recorrido todas las casas-cuartel que la Guardia Civil tiene a lo largo y a lo ancho de España. Pero si lo ha hecho, no puede realizar esa afirmación sin faltar a la verdad. Y si no las conoce todas, mejor que se calle. No sé si Rubalcaba -me imagino que sí- conoce lo que gana un ertzaina en el País Vasco o un mosso de esquadra en Cataluña, pero tendrá que aceptar que la diferencia salarial a favor de estos dos cuerpos policiales, resulte sangrante tanto para los guardias civiles como para los policías nacionales.

Pero hay más factores, de índole distinta a los meramente salariales o de condiciones de trabajo, que pueden explicar también esos abucheos que recibió Rubalcaba. La pasada semana, un personajillo estrafalario como el embajador de Venezuela en España se permitió decir que las confesiones de dos etarras acusando a su país de ser un campo de entrenamiento para miembros de ETA habían sido obtenidas mediante tortura infringidas por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad. Ante una acusación tan grave como miserable, lo mínimo que se podía esperar del ministro del Interior es que diera la cara por sus guardias y los defendiera de una imputación tan falsa como mezquina. Muy al contrario, tanto Rubalcaba como el Director General de la Guardia Civil -un tal Francisco Velázquez- quitaron importancia a esas acusaciones del embajador y se escudaron en que habían sido rectificadas posteriormente.

Un ministro del Interior tiene que estar entregado en cuerpo y alma a su tarea, dirigiendo políticamente un ministerio del que depende la seguridad de los ciudadanos. En los últimos tiempos, Rubalcaba parece más preocupado por otras cuestiones partidistas como su futuro político personal en lo que ya se conoce como el postzapaterismo, o por las primarias de su partido en Madrid, donde para apoyar a la candidata perdedora, Trinidad Jiménez, no tuvo otra ocurrencia que amenazar al que luego resultó ganador, Tomás Gómez. No es de extrañar que a Rubalcaba le empiecen a pitar en los actos de la Guardia Civil, porque ni los guardias, ni sus familias ni la inmensa mayoría de ciudadanos están ya para muchas bromas.

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