«Me hace preguntas patéticas para lucirse en cadenas de extrema derecha». Al zafarse así del marcaje del diputado Gil Lázaro, Alfredo Pérez Rubalcaba lanzó una falsedad, una afrenta y un bote de humo. Falsedad, porque si por extrema derecha se refiere a Intereconomía, patina lamentablemente, además de faltar el respeto a los millones de españoles que siguen a los medios del Grupo.
Lo nuestro es la crítica al poder, con valentía y sin complejos cuando incurre en el abuso o ataca a la libertad. Que no se confunda el señor Rubalcaba: ese es nuestro DNI ideológico. Afrenta, porque se está burlando de las víctimas de ETA al frivolizar sobre un asunto tan serio como el caso Faisán, prueba del nueve del hilo directo que ha mantenido el Gobierno con los asesinos de casi 1.000 españoles.
Y bote de humo, porque sigue sin dar cuenta de sus responsabilidades políticas, asunto que centró en sus justos términos Gil Lázaro cuando dijo que esa responsabilidad no está determinada porque declare un testigo u otro ante el juez Ruz, sino «por el escándalo de que su director general de la Policía esté imputado».
En lugar de eso, el émulo de Fouché le dio a la máquina de fabricar insidias, y acusó a otros de extremistas. ¡Él! ¡Precisamente él! ¿Hay algo más violento y extremista que montar un grupo terrorista para hacer la guerra sucia contra ETA, secuestrar a ciudadanos inocentes (Marey) y encima meter la mano en la caja, tirando de los fondos reservados de Interior? ¿Y quién era el ministro de la Presidencia, en el Gobierno de González, que se hizo cómplice del terrorismo de Estado al decir:
«El Gobierno ha combatido siempre al terrorismo con
la ley en la mano»? ¿Siempre? ¿También cuando Lasa y Zabala fueron secuestrados, torturados y enterrados en cal viva? La famosa X de los GAL vuelve a estar de actualidad con el escrito presentado por el ex subcomisario Amedo para tirar de la manta.
El asunto puede ponerse muy interesante, incluso para Rubalcaba, que no sólo hizo de cristal opaco como portavoz del Gobierno, sino que estuvo presuntamente en la famosa reunión, junto con Benegas y Galindo, en la que el PSOE ofreció dinero a Amedo para que cambiara su declaración sobre el GAL , según el ex policía. Si el GAL fue un chapucero atajo para acabar con ETA; Faisán ha sido «el precio político pagado en el proceso de paz», como dice Gil Lázaro.
Mientras la Real Academia no diga otra cosa, dar un soplo a unos
terroristas es colaboración con banda armada. Y en eso están presuntamente pringados o salpicados conspicuos policías a través de una serie de pistas que investiga la Audiencia Nacional. Que el investigador policial de Faisán, Carlos Germán, quisiera borrar la única prueba del soplo, acrecienta el olor a cloaca de Estado del que habla Gil Lázaro.
La izquierda, cargada de complejos -e incluso de exquisitos cadáveres en sus armarios-, es experta en sembrar ceremonias de la confusión para endosar su violencia a la derecha.
Con la arrogante impunidad que otorga el prestigioso DNI de progre, algunos como Almodóvar insinúan que el PP estaba detrás de un golpe de Estado en el 11-M, otros como Fernando Trueba omiten 80 años de sovietismo para sentenciar que «todas las dictaduras para mí son de derechas».
O con la caradura del cretinismo como Óscar López piden acabar con «las intereconomías». Y uno, en fin, con el maquiavelismo del
maestro de la simulación, trata de matar al mensajero (y al diputado), repartiendo carnés de extremistas. Una maniobra a la desesperada propia de quien puede tener a la Justicia en los talones.
Editorial de La Gaceta