A finales de los 70 la prensa extranjera no creía que España fuera un terreno abonado para la democracia
Parafraseando a Machado «conviene conocer el pasado para entender el presente y mejorar el futuro». Visita Periodista Digital Luis Díez que propone seguir este consejo del poeta con su libro «Las cloacas de la Transición» (Ed. Espasa). Un relato en el que no duda que en lo político esa época haya sido modelo. Pero Luis Díez corre el velo que cubría otros aspectos que no fueron tan loables y respondían a las tensiones lógicas de un país que cambia de vida y quería madurar.
La noche más sangrienta de la Transición, el 24 de enero de 1977, estaba como muchas otras en la redacción de El Socialista. La tarde anterior un guerrillero de Cristo Rey había matado a un estudiante de un tiro en pecho en la Gran Vía de Madrid. En 24 horas se organizó una manifestación de repulsa en la que fallece una chica por el disparo de un bote de humo de la Policía. Por la noche se produjo la matanza de los abogados de Atocha.
«Echamos el cerrojo por dentro en la redacción. Pero éramos más inconscientes que temerosos porque sabíamos que podían venir en cualquier momento».
A pesar de aquellos atentados de la extrema derecha y de que muchos efectivos de las fuerzas y cuerpos de seguridad vivían aun en el antiguo régimen, Luis Díez cuenta en esta entrevista en Periodista Digital que, a diferencia de la prensa extranjera, ellos nunca perdieron la confianza en el cambio.
«Los franquistas no pusieron nada de su parte. Es más, su voluntad era la de torcer la evolución natural del país. (…) El 23 de febrero de 1981 fue el momento más delicado porque se cristalizaba el golpismo pero no triunfó, sobre todo, porque para sublevarse hay que tener mucho valor y la mayor parte de los militares franquistas eran unos cobardes.»
Luis Díez, que hoy trabaja como corresponsal político de Cuartopoder.es y da clases en la Universidad Camilo José Cela, es de las personas que vivieron aquella época y se siente orgulloso de la Transición.
«Sabíamos cuál era el destino pero no conocíamos el camino. Pero le debemos mucho a la clase política de entonces por ser tan inteligente y por saber interpretar el sentimiento de la ciudadanía, sobre todo, cuando era lo que se conocía como la mayoría silenciosa».