El fracaso de Argentina como nación es el mayor misterio político del siglo XX y lo volverá a ser el siglo XXI
Yacimientos Petrolíferos y Fiscales, más conocida como YPF, era hasta ahora el mejor ejemplo de que la adquisición de una empresa argentina por una gran multinacional extranjera podía funcionar.
Esto nunca ha sido fácil y en el caso español la experiencia demuestra que hacer negocios en el país del tango es especialmente complicado.
Tenemos el nefasto ejemplo de Iberia con Aerolíneas Argentinas, o las tremendas dificultades por las que han pasado Santander Río y BBVA Banco Francés, las filiales de los dos grandes bancos españoles.
UN MISTERIO HISTÓRICO
«El fracaso de Argentina como nación es el mayor misterio político del siglo XX».
La frase -hace tres décadas- abrió la portada del semanario «New Statesman». Tal como van las cosas, puede que también lo sea este siglo XXI que recién comienza.
Basta releer la descripción que, en páginas del diario ABC, hace de vez en cuando Carmen de Carlos sobre la decadencia del «Imperio Kirchner», para concluir que en 30 años, en la querida Argentina, apenas ha cambiado nada. Ni siquiera los nombres.
Siguen en la pomada los mismos políticos ladrones y sindicalistas facinerosos que llenaban el escenario cuando fuimos a Buenos Aires a cubrir juicios militares, corralitos bancarios y cercos piqueteros. Y todos se dedican a lo mismo: robar.
Argentina no es Honduras o Venezuela. No se trata sólo de un país capaz de ganar campeonatos mundiales de fútbol, sobresalir en Fórmula-1, triunfar en tenis y producir escritores, artistas y cineastas geniales.
Tiene premios Nobel (Paz, Medicina y Química). La inmensa mayoría de sus 37 millones de habitantes es de origen europeo.
Cuenta con la tierra más feraz del planeta, petróleo y mares ricos en pescado.
¿Cómo es posible entonces que la tercera parte de su población viva en la pobreza?
Buscando algo de luz, hemos releído «El enigma argentino descifrado para españoles», que publicó hace ya tiempo Horacio Vázquez-Rial y cuanto más se sabe, más motivos tiene una persona decente para indignarse:
«¿Quién puede explicar que una nación exportadora de alimentos, albergue a 4 millones de hambrientos?»
La cifra, del Instituto para el Desarrollo Social, la hizo pública Jorge Casaretto, obispo de San Isidro.
Y sobre ese sonrojante telón de fondo, se perfila el orpobioso control del país que ejercen los Kirchner que triplican cada año su patrimonio, especulan con terrenos y hacen negocios ilícitos, a la sombra de los cuales prosperan amiguetes de la peor ralea.
Todo ello, insultando a los inversores españoles, chantajeando a Repsol y dando abrazos a Chávez. ¡Vaya tropa!
CORRALITO A LA VISTA
La compra de YPF por Repsol por 15.000 millones de dólares en 1999 y la positiva evolución de la nueva empresa se convirtieron en un estandarte para demostrar que eran posibles las relaciones comerciales en Argentina, un país en entredicho desde la fuerte recesión de finales de los 90 y la posterior suspensión del pago de su deuda.
Por eso, el ataque a Repsol, con la amenaza más que creíble de la nacionalización de su filial, vuelve a cuestionar si se trata de una nación fiable desde el punto de vista de las garantías para el inversor.
Porque el Gobierno de Cristina Fernández pretende violentar la legalidad con el propósito populista de recuperar unos recursos energéticos que ahora le serían muy útiles para salir de la precaria situación en la que se encuentra inmersa el país.
Se trata de una crisis, no lo olvidemos, provocada por la política clientelar y de despilfarro llevada a cabo por una presidenta que se creyó con derecho a todo cuando ganó las elecciones en 2007 y renovó el mandato el pasado noviembre con el 54% de los votos, tras el fuerte impacto emocional que para el país supuso la muerte de su marido.
El acoso a Repsol ha sido perfectamente planeado por las autoridades argentinas para rebajar el valor de la compañía.
En las últimas semanas las provincias con yacimientos de YPF le han retirado las licencias de explotación, el Gobierno ha decretado una fijación de precios en el combustible y ha exigido mayores inversiones a la compañía.
Éstas y otras decisiones han provocado que la acción haya caído un 30% desde comienzos de año.
Repsol -sus accionistas- sería la gran perjudicada si se produce la nacionalización, porque YPF aporta el 50% de la producción de crudo de la compañía española, el 40% de sus reservas y el 25% de su beneficio.
Pero lo que está en juego es la preservación de la legalidad en las relaciones empresariales internacionales, la defensa del libre mercado y la protección de los derechos de los accionistas.
Si Fernández de Kirchner se sale con la suya y no tiene la respuesta adecuada ninguna empresa estaría a salvo de decisiones similares en Argentina y en otros países con regímenes populistas o totalitarios.
Por eso hay que celebrar la rápida réplica del Gobierno. El mismo 12 de abril de 2012 advirtió por boca del ministro de Industria de que cualquier movimiento tendría «consecuencias» y este 13 de abril desplegó una intensa actividad diplomática para intentar una respuesta internacional contundente.
García-Margallo recibió al embajador argentino, y explicó la situación al Gobierno mexicano -allí se celebra la próxima cumbre del G-20-, al de Estados Unidos -porque fondos de inversión de ese país son accionistas de Repsol- y a la UE.
Bruselas emitió un comunicado -que el Gobierno consideró con razón demasiado suave- en el que pedía «una solución que no dañe las relaciones entre Argentina y la Unión Europea».
Como subraya el diario ‘El Mundo’ en su editorial, el Ejecutivo español está preparando toda la artillería política y comercial para contraatacar.
Si se consuma la nacionalización podría impulsar la expulsión de Argentina del G-20 y su exclusión en las negociaciones que mantiene la UE con los países de Mercosur; además, estudiaría promover el veto a la exportación de productos básicos para la economía argentina como la soja o la carne.
Hay que esperar acontecimientos, pero Rajoy tiene en YPF un ineludible test para demostrar el peso de España ahora en el contexto internacional.