En un fin de semana «typical spanish», los españoles hemos llegado al lunes 11 de junio de 2012 con tres trascendentales temas de debate en las recámaras de nuestros revólveres:
Si Del Bosque tuvo que sacar un delantero centro de salida
Si Fernando Alonso debió haber cambiado de neumáticos
Si al maná europeo le llamamos «apertura de una línea de crédito para la banca» o le llamamos «rescate», que a los populares les sienta como una patada en los huevos, al PSOE le pone cachondo, a Cayo Lara le permite profetizar el apocalipsis y a Cándido Méndez izar de nuevo la bandera sindical, que no flameaba al viento de España desde el pasado 29 de marzo
Las tres cuestiones tienen como denominador común la estrategia, y esa caja de resonancia sociológica de un pueblo de 46 millones de invencibles seleccionadores de fútbol, de avezados pilotos de Fórmula uno y de desperdiciados Presidentes del Gobierno. Nunca sabremos lo que habría ocurrido si la selección salta al Gdansk Arena con un «9» de salida, en qué lugar se habría clasificado Alonso si llega a entrar en el pit line o cómo habría amanecido hoy España sin la europóliza de crédito.
Pero tenemos una semana por delante para hacernos onanismos mentales, que es una distracción muy barata, asequible a todas las economías, salvo que a Montoro se le encienda la bombilla y decida aplicarle el IVA.
Del complejo de rescatados al rescate como arma arrojadiza
España no es un país, sino un enorme Coliseo Romano, pan y circo, que nos permite a la masa pasarnos la vida solicitando el perdón o exigiendo la muerte mediática de todo tipo de gladiadores.
Y eso mantiene a un pueblo entretenido, a casi 6 millones de parados «ocupados», con una paciencia que puede acabar obligando al Vaticano a abrir expedientes para decidir si son susceptibles de ser beatificados, con más de un millón de hogares en los que no entra un euro y con 50 de cada cien jóvenes que empiezan a pensar que, eso que sus mayores llaman la otra vida, el «más allá», es una dimensión desconocida en la que presentas un currículo y al día siguiente te llaman para firmar un contrato.
En éste ambiente, los sesudos políticos, economistas, politólogos y tertulianos, se ganan bastante bien la vida ocupando horas y horas con tediosos debates semánticos.
¿Los dichosos 100 mil millones de euros van al debe del rescate o al haber eufemístico de una «línea de crédito»? ¿Estamos rescatados o nos han concedido un generoso crédito en base a las garantías que ofrece éste Estado a suroeste de Europa? ¿La UE es una ONG de prestamistas sin fronteras, una pandilla de irresponsables tirando fortunas en sacos rotos o todavía queda alguien en la eurozona, con alguna neurona, que inyecta fondos europeos con billete de ida y vuelta?
«Si era tan necesario, ¿porqué no lo hicieron antes?»
Decía el pasado viernes María Antonia Iglesias, en el Gran Debate de la 5, que la Banca, como siempre, no pagará un duro. Y la verdad es que si llega a dejar ahí la reflexión que pudo haberle plagiado a cualquier vecina de su barrio, se habría ganado la suculenta paga que dicen que se lleva por programa.
Pero su intervención inicial dejó al descubierto la enorme paradoja en la que se mueven los progresistas, con Rubalcaba en el vértice superior de la pirámide: primero reconoció que «era una buena noticia», pero al final remató su jugada dialéctica con una traición del subconsciente:
«Y si era tan necesario, ¿por qué no lo hicieron antes?»
La pregunta se la lanzaba a Isabel Durán, a Carmen Tomás, a Jaime González, que interpretan el papel de guadaespaldas del Gobierno por exigencias del guión. Pero, en realidad, la respuesta flotaba en el viento como viene anunciando Bob Dylan desde hace décadas:
¿Por qué no se lo pregunta usted a Rabulcaba, que fue testigo de cargo de cómo Zapatero rechazaba dos veces la invitación de Berlín para solicitar el rescate?
El antes de María Antonia Iglesias se refería a los últimos seis meses, naturalmente. Pero el verdadero «antes» de la cuestión que nos ocupa y nos preocupa, se retrotrae a hace tres años, cuando el mundo civilizado empezó a desguazar, reflotar y reconstruir un sistema financiero que se hacía pedazos.
Mientras tanto, la voz de Carmelo Encinas se repetía como el ajo:
«¿Dónde estaba Rajoy mientras De Guindos daba la cara?»
(¿Dónde estaba el niño Torres mientras Cesc hacía de falso nueve?)
Y entonces fue cuando Jaime González, en un alarde de ingeniería dialéctica, salió en defensa del Presidente del Gobierno:
«¡Pues dónde iba a estar: en su despacho, acojonado, como el resto de los españoles!»
Y hala, a cobrar todos.
¿Víctimas de un rescate o beneficiados de una póliza de crédito?
La proverbial inquietud de los españoles exigía seguir buscando respuestas. Se divierten con los tertulianos, pero les importa un huevo lo que dicen. Han votado mayoritariamente a Rajoy, pero no le creen ni cuando habla ni cuando permanece en silencio.
Escuchan a Rubalcaba, a Óscar López, a Soraya Rodríguez, pero lo que dicen les entra por un oído y les sale por el otro, como muy bien reflejan las encuestas del CIS, que son el equivalente a los informes PISA sobre la calidad de la democracia española. Estamos más pasotas que un yonqui con sobredosis.
¿Qué nos queda como referencia para discernir si somos víctimas de un rescate o beneficiados de una generosa póliza de crédito para la Banca?
Una aproximación aritmética
Quizá la inmediata reacción de Irlanda quejándose de un agravio comparativo o el comunicado de los socialistas portugueses, exigiendo el mismo trato. ¿Es posible que Europa yaya practicado la discriminación con los fondos de rescate? Todo es posible tratándose de Europa. Pero hagamos unas sencillas cuentas para comparar las ratio entre cifras de rescate y número de habitantes:
- Portugal: 78 mil millones de euros y 11 millones de habitantes la operación le supone a cada portugués 7 mil euros por barba, al margen de intereses.
- Irlanda: 85 mil millones de euros y 4.582 millones de habitantes. 14 mil euros por cada irlandés.
- Grecia: 24 mil millones de euros y 11 millones 250 mil habitantes. 21 mil euros por heleno
- España: 100 mil millones de euros y 46 millones de habitantes. 2 mil euros por barba.
Con todas las reservas pertinentes y las evidencias de la aritmética, si las cosas no cambian, como auguran algunos «Krugministas», los de España parece una específica línea de crédito para el sistema financiero, pero tampoco es cuestión de elevar el enigma a la categoría de guerra civil dialéctica por si se le llama «línea de crédito» o «rescate».
Desde luego para titular las primeras páginas de los periódicos es más directo, más impactante y más agradecido el segundo de los conceptos, y tampoco es cuestión de negarse a aceptar el término rescate como animal de compañía.
Qué a media España le mola más el rescate, pues tampoco es cuestión de que la otra media se ponga a buscar eufemismos en el diccionario de la Real Academia.
Otra cosa es Rajoy, De Guindos y sus chicos, que pudieron haber descubierto, entre los sinónimos de la palabra maldita, uno conciso, descriptivo y asumible por los confeccionadores de las primeras páginas: «ENTREGA» Pero ya se sabe que los caminos de la comunicación en La Moncloa son inescrutables.