De la utopía de la imaginación al poder al rotundo fracaso del poder sin imaginación
¿Ustedes se imaginan un hospital de campaña, en plena guerra, que mantengan en espera a heridos en estado crítico, sin calmantes, sin estabilizadores, sin suero, ni siquiera con un placebo, mientras intendencia emplea sus fondos en rehabilitar, adecentar y reflotar las camillas de los quirófanos y los equipos quirúrgicos?
Europa, los cuarteles generales de los altos mando europeos, no han entendido que esto no es una crisis, sino una guerra.
Que los mercados disparan con sofisticados cañones y los seres humanos caen como moscas. Que quieren rehabilitar la banca, el sistema financiero, pero están muriendo en masa heridos de guerra que podrían salvarse con una terapia de urgencia de acceso al crédito.
Una cruz roja para el euro
Personas, familias, pequeñas, medianas y grandes empresas, en una lenta e irreversible agonía piramidal, van cayendo en cadena mientras la «cruz roja» de la troika acude al rescate de la Banca, repara los desperfectos de los quirófanos financieros (destrozados por la corrupción, la incompetencia y el mamoneo de los responsables de los organismos reguladores) y deja que mueran como perros, retorciéndose de dolor, de angustia y de miedo, los personajes reales de la economía y la vida real.
Entonces aparece Krugman, preocupado por la salud del euro, o un De Guindos, preocupado por la salud de su gobierno, o un sesudo economista catalán, Xavier Sala i Martín, explicando a los ignorantes españoles, en La Vanguardia, que el crédito no va a fluir hasta que los bancos cierren sus negros agujeros.
¿Qué parte no entiende Bruselas, Draghi, el FMI, los cerebros del laboratorio de «rescates», los gurús de la economía, que en la guerra la prioridad son los heridos y no las instalaciones?
La «solución final» para los europeos
En la próxima cumbre deberían llevarse a unos cuantos representantes de «Médicos sin Fronteras». Que les explicasen cómo se salvan vidas con medios escasos, en quirófanos improvisados, administrando fondos escuálidos, simultaneando esfuerzos por mantener las instalaciones y la vida de los heridos en combates y soportando la presión de la emergencia, como contraste al ritmo cansino, burocrático e indignante de la UE, del G-20, de esos prestigiosos «equipos médicos» dedicados salvar a los Estados de sí mismos, con camisas de fuerza, mientras los hormigueros humanos europeos son fumigados, exterminados, en los campos de concentración sociológica de la «Solución Final» inspirada por Berlín y adoptada por los Vichys y los Pétain que proliferan en el viejo continente.
¿Se puede compatibilizar austeridad con crecimiento? Se puede, y lo guardan en su memoria millones de europeos, de españoles, que lo han comprobado en sus adolescencias contemplando a sus madres ejerciendo de Ángelas Merkel.
Un rescate financiero, por ejemplo, esos 100 mil millones de euros que han puesto a disposición del gruyere financieros español, debería establecer un límite para tapar agujeros, hasta donde puedan, y una cláusula de obligado cumplimiento, con un porcentaje intocable y sagrado, para abrir la mano de los créditos a las familias y a las Pymes.
¿De qué sirve curar a una banca para mantenerla en estado vegetativo? ¿Qué aporta a la sociedad, a la economía, un banco en estado de coma, con respiración asistida, que puede tardar tres, cuatro, un número de años incalculable en reanudar la actividad para la que había sido creado?
La austeridad y el crecimiento son compatibles
¿De verdad Europa quiere apostar por el crecimiento o es pura propaganda goebbeliana? Una mentira repetida mil veces es posible que tenga muchas posibilidades de convertirse en una verdad. Pero esta de salvar la banca para salvar después a las personas, no cuela, por más que la repitan estadistas y prestigiosos doctores en economía.
Hay que ir salvando ambas cosas al mismo tiempo, por etapas, simultaneando suero para la banca con suero para las familias y las Pymes, repartiendo los botines de los rescates a partes proporcionales, exigiendo, 48 años después del romántico Mayo francés, que se cumpla el deseo utópico y profético que resonó por la calles de París: ¡la imaginación al poder!
Nunca la sociedad europea volverá a ser ¡tal como éramos! antes de la crisis, pero tampoco se merece llegar a ¡tal como podemos ser, como podemos estar!, si los dirigentes de la Comunidad Europea no detienen este instinto suicida de conservar el libre mercado radical, al precio de reinstaurar la esclavitud humana que tanta sangre, tanto sudor y tantas lágrimas le costó abolir a la humanidad.
Dos cosas de Churchill para interpretar el momento que estamos viviendo:
«El fallo de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles, sino importantes»
Y una anécdota.
Una diputada de la oposición se dirige a Sir Winston:»Sr. Ministro, si vuestra excelencia fuese mi marido, yo le pondría veneno en el café»
Contestación flemática del viejo zorro inglés: «Si yo fuese su marido, me tomaría ese café»
Europa está llena de dirigentes que no quieren ser útiles, sino importantes, dispuestos a ofrecerle a los insignificantes y anónimos europeos café envenenado. El problema es que millones de ciudadanos vinculados a esa Europa decidan que, para dejar de soportarla, aceptan resignados a tomarse ese café.