¿Ha superado el curso de los acontecimientos económicos a Mariano Rajoy? Desde fuera de los gruesos muros moscovitas, el sentir general es que sí, que al presidente le tiene atribulado la actual situación de una España que va rumbo de los seis millones de parados, con cierres de empresas a mansalva, con ciudadanos que no llegan a fin de mes, con una Europa que no hace más que dar órdenes sobre cómo se debe organizar el país y con unas autonomías, empezando por las afines, políticamente hablando, que no están dispuestas ni a autoinmolarse ni a que Rajoy les meta la tijera. Súmenle a esto la confesada traición al programa electoral del PP y su ya famoso ‘más empleo, menos impuestos’ para cerrar el círculo de la depresión más absoluta…aparentemente.
Sin embargo, el dirigente gallego hace gala de una proverbial solidez que puede sorprender a propios y a extraños. Los golpes del embravecido mar económico europeo al casco del barco devenido en cascarón de España no hacen temblar el pulso de un Rajoy que se muestra más firme que nunca, que sólo ansía ahora llegar al puerto canicular de agosto para repasar sus apuntes y su cuaderno de bitácora de estos primeros meses de navegación para, precisamente, reforzar la ruta que se ha de seguir y que ha dejado perfectamente programada en el disco duro de sus subordinados. El jefe del Ejecutivo sabe que la navegación será mucho más placentera si mantiene sus alianzas con el núcleo duro de Europa y todo pasa, evidentemente, por no contradecir en lo esencial a ‘Fraulein’ Angela Merkel, pero sin olvidar que también existe un Mario Monti o o François Hollande que tienen mucho que decir en el concierto continental.
Pero la lucha de Rajoy no sólo se centra de Pirineos hacia arriba. Aquí, en este reino de taifas de 17 mini estados, el mandatario está convencido de que ha sido el primero en dar ejemplo con la recurrente austeridad y pretende que todos sigan esa línea del recortazo. Es más, el inquilino de la Moncloa siente cierta envidia de lo que gana su colega del Palacio del Eliseo, el señor Hollande, y sólo como detalle anecdótico asegura que ya le gustaría tener la mitad de lo que gana el mandatario galo.
Sin embargo, según fuentes monclovitas a PD, a pesar de los esfuerzos por ofrecer ante los españoles esa imagen de austeridad, no le satisface que los medios de comunicación no actúen cuales mensajeros de Moncloa y den lo que él entiende una visión parcial y distorsionada de los hechos y que se siga dando una perspectiva de que los políticos siguen montados en el euro y en la dolce vita. Este desajuste comunicativo sí que trae de cabeza al presidente y por eso, aprovechando la tranquilidad agosteña, tratará de ver dónde está la falla, la fractura por la que toda la estrategia de comunicación que se plantea en Moncloa, acaba luego volviéndose como un boomerang en contra del propio Gobierno.
Rajoy, aunque pudiera dar una imagen de ‘dictador’ parlamentario, que tira del rodillo de una mayoría absoluta concedida por más de 11 millones de españoles y por la deserción del electorado del PSOE, tiene mucho más en consideración que lo que pudiera creerse al líder de la oposición, a Alfredo Pérez Rubalcaba. El gallego sabe que es necesario llevarse bien con quien es alternativa de poder y sobre todo valorar que mantenga al PSOE al flote, pese a los líos internos que tiene el partido de Ferraz que fue incapaz de cerrar y de restañar sus heridas tras el congreso de Sevilla. Los ‘chaconistas’ machacan, y mucho, a Rubalcaba por su oposición leal y constructiva.
Por eso, por ese doble esfuerzo del líder de la oposición a la hora de no perder los papeles, Rajoy tiene en una elevada estima al hombre al que barrió del mapa un 20 de noviembre de 2011, posiblemente la penúltima gran alegría de Rajoy antes de ser investido oficialmente presidente de la nación y empezar a ver cómo las cosas se le iban torciendo hasta tener que reconocer que ha tenido que escoger entre lo malo y lo peor. Pero el gallego insiste en que de esta crisis se sale. Ganas y valor asegura no faltarle.