En los sótanos de los siniestros estados mayores de eso a lo que llamamos mercados no trabajan sesudos analistas, sino fulanos cuya gran virtud es saber leer periódicos y entender lo que dicen las televisiones, en todos los idiomas.
Allí saben de qué pie cojea un Pedrojota y un Cebrián, La Razón y el País, ABC y La Vanguardia, Telecinco y Antena 3, y todo tipo de antípodas informativos y, a base de hallar medias aritméticas y extraer conclusiones eclécticas, saben lo que fue, lo que es y lo que el futuro le reserva a éste viejo y cansado país llamado España.
El clavo ardiendo de los «pactos de La Moncloa»
Felipe por su lado, Pedrojota por el suyo, cada loco con su tema, intentan resucitar la estrategia de los «pactos de La Moncloa» como antídoto infalible para la ansiedad de los mercados. Pero esta España no es aquella de octubre de 1977. Puede que coincidan algunas de las funestas variables económicas, pero la clase política española era un valor al alza. Transmitía ilusión y buenas vibraciones a una democracia europea a la que le acaban de extirpar dos tumores genuinamente ibéricos: el «Nuevo Estado» del salazarismo y el Movimiento franquista.
Aquella Europa soñaba con la unión política, como cimiento fundamental para construir posteriormente la unión económica, monetaria y fiscal. Esta otra Europa, en cambio, que empezó la casa por el tejado y se lanzó a la unión monetaria, ha dejado a la política en un segundo plano, de extras en una patética película en la que los papeles protagonistas los acaparan los Draghi, las Legarde, algún cameo de Durao Barroso, un contraplano de Ben Benanke, la aparición del Ministro de Finanzas alemán, Schaeuble, diciendo algunas veces diego y otras digo, y sólo aparecen de vez en cuando Ángelas, Montis, Cameron, Hollandes, Rajoys, simulando que los dirigentes elegidos todavía disponen, cuando en realidad simplemente proponen.
¿De verdad alguien cree que unos nuevos pactos de La Moncloa, firmados por individuos con antecedentes penales como Rajoy, Rubalcaba, Durán, Erkoreka, Llamazares, señores y señoras de esas que ya estaban cuando la burbuja inmobiliaria, el botellón bancario, la orgia infraestructural, el faraonismo cultural, el «nuevoriquismo» nacional, la corrupción integral, va a colar en los mercados? ¿Alguien cree que en la citys no saben quiénes somos los españoles, en manos de quiénes estamos, qué tipo de sindicatos veleta tenemos y qué generación de empresarios/ordeñadores padecemos?
Si quieren montar la comedia, que la monten. Que se hagan la foto en La Moncloa para escarnio de España ante el mundo. La cruda realidad es que el mundo se va a negar a darle una oportunidad a una generación de políticos españoles que han sido parte fundamental del problema, y que ofrecen serías dudas de poder convertirse, ni por separado, ni en amor y compañía, en parte fundamental de la solución.
De manera que ¡menos pactos, Felipe, Pedro Jota, etc…!, ¡Menos lobos, caperucita!
EUROPA NO APRENDE LAS LECCIONES DE LA NATIONAL GEOGRAPHIC
Los leones, cuando tienen mucha hambre, se atreven a atacar a los temidos búfalos, que sólo proporcionan alguna oportunidad cuando quedan aislados de la manada. ¿Acaso en Europa, en Berlín, en París, en un Ámsterdam crecidito, en un Helsinki receloso, en un Luxemburgo que saca pecho en Europa, sin mostrar el mínimo rubor ante sus antecedentes como paraíso fiscal, no contemplan los aleccionadores reportajes de la National Geographic?
Hubo un tiempo en que parecía que Europa había entendido al fin que, en manada, con estrategias de defensa en los flancos, con tratados de Lisboa, con Fondos Comunitarios, con armas sofisticadas como el BCE, era inexpugnable. Lo que resulta humillante, ahora, además de devastador, es comprobar que los machos alfa de los búfalos de la sabana africana, son más inteligentes, más estrategas, más solidarios y bastante menos gilipollas que los machos y las hembras alfa que dirigen las manadas de los europeos.
Cazar a Grecia, a Portugal, a Irlanda, ha resultado más sencillo para los ávidos mercados que cazar a un búfalo para una familia hambrienta de leonas. Acorralar a Italia y España le está costando menos trabajo a la City de Londres, a las hienas de las agencias de calificación, que a los grandes felinos africanos acorralar a los bravos herbívoros de la fauna que se descarrían. Será porque en el mundo de los animales irracionales se valora mucho más la supervivencia de la especie que en el mundo de los animales racionales.
LA UNIÓN DE LA FUERZA O LA FUERZA DE LA UNIÓN
Esta Europa dividida, con descerebrados Almunias, cuadriculados Draghis, Bruselas de cartón piedra, damas teutónicas deshojando margaritas e instituciones jugando de cumbre en cumbre, de oca en oca y tiro porque me toca, es un blanco fácil para depredadores y el posterior oscuro objeto del deseo de los carroñeros. Está apostando por la Unión de la fuerza, mediante el lento pero seguro proceso de selección natural que acabará echando a los Estados débiles a los leones. Pero ha olvidado el espíritu que subyacía en las reuniones de los «padres de Europa», cuando Adenauer, Monnet, Schuman y Gasperi soñaban con la fuerza de la Unión.