El presidente del Eurobanco admite que la situación en los mercados es insostenible
Siete días le ha durado el espejismo a Mariano Rajoy. El tiempo que medió entre la famosa declaración de Mario Draghi prometiendo que haría «todo lo posible» para salvar el euro y la decepcionante declaración del responsable del Banco Central Europeo de este jueves.
Las altísimas expectativas que el presidente del Banco Central Europeo (BCE) había generado la semana pasada se han disuelto como un azucarillo.
Draghi ha aplazado este jueves 2 de agosto de 2012 la compra de deuda y otras medidas no convencionales hasta que los países del euro en apuros pidan ayuda al fondo de rescate europeo.
A pesar de los intentos del presidente del Gobierno español y de su homógo italiano, por infundir optimismo a la opinión pública tras la enésima declaración de intenciones vana de Draghi, el Ejecutivo está decepcionado.
Rajoy y Monti han puesto buena cara al mal tiempo en La Moncloa, pero poco más.
La evidencia de que no habrá acciones inmediatas para atajar las presiones en los mercados contra España o Italia, han decepcionado a los inversores.
La Bolsa de Madrid ha cedido un 5,16% en su segunda peor jornada del año y la prima de riesgo española -el sobreprecio exigido a la deuda del Tesoro frente a la alemana, de referencia- ha sufrido su mayor subida diaria en lo que va de año con un ascenso de unos 60 puntos, hasta llegar a rozar los 600.
Tras este movimiento, el Consejo de Gobierno del BCE pone toda la presión sobre los hombros de Mariano Rajoy, que deberá decidir si solicita -y sobre todo cuándo- este rescate encubierto para aliviar las tensiones financieras que amenazan con convertir en insoportable el peso de la deuda.
El equipo de Rajoy confiaba en cerrar el curso con el firme compromiso del BCE de comprar deuda española e italiana para frenar la sangría de la prima de riesgo de ambos países, pero una vez más Draghi evidenció que quien manda en la Unión Europea es Alemania. Una vez más, cabe añadir.
De hecho, el Gobierno germano tardó sólo horas en aplaudir la decisión de Draghi por boca de su vicecanciller y ministro de Economía, Philipp Rösler, que se mostró «totalmente de acuerdo» con el presidente del BCE.
La frustración que Rajoy no expresó en público sí la manifestó la oposición. Alfredo Pérez Rubalcaba denunció que se le está dando «una patada al euro en el culo» de España e Italia, y el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida, lamentó que ni el BCE ni Alemania estén «a la altura de los problemas».
Así pues, España enfilará el nuevo curso igual que termina éste: al borde del abismo. El único consuelo que le queda es que agosto debería ser, a priori, un mes sin demasiados sobresaltos una vez solventada la subasta de este jueves, en la que el Tesoro Público colocó 3.132 millones de euros en bonos y obligaciones -estaban previstos 3.000-, pero a costa de aumentar los tipos de interés.
Por contra, en octubre le espera la siguiente estación de su vía crucis, cuando se enfrentará a vencimientos de bonos y letras por valor de 29.420 millones de euros.
Para entonces puede que Draghi haya tomado cartas en el asunto. O no, viendo la condición previa que puso este jueves a los países en apuros: solicitar formalmente el rescate.