Mal pintan las cosas en el PP para Jorge Fernández Díaz. El escándalo del terrorista Bolinaga ha sido una pesada gota que ha hecho añicos el cristal de la paciencia. –Seguir leyendo en La Gaceta–
“Hasta aquí hemos llegado” es una frase muy repetida estos días entre los militantes populares, es decir, entre aquellos que bien pueden ser considerados el hueso del jamón que aporta lo más sabroso a Génova 13.
Es posible mirar hacia otro lado ante cambios con respecto a lo que habían declarado durante años sus líderes sobre temas económicos como la subida de impuestos y otros incumplimientos del programa electoral.
En fin, puede hasta entenderse que la situación económica obliga al Gobierno de Rajoy a tomar medidas amargas que ni al propio presidente le gustan. Ahora bien, ¿cómo entender que sea precisamente en un tema tan sensible como la política antiterrorista donde choque el Ejecutivo popular?
Exhibiendo, además, tan poca sensibilidad con las víctimas del terrorismo. Estamos ante un mayúsculo tropezón, sin duda injustificable. Porque además airea un insólito seguidismo con respecto a las ideas del zapaterismo en la materia, tan duramente criticadas por el centro derecha y que llevaron a millones de españoles, alentados por el propio Partido Popular, a salir a la calle decenas de veces para manifestar su repulsa. No es entendible.
El PP se encuentra ante una preocupante encrucijada. De ahí que a estas horas importantísimos dirigentes del aparato del partido –aunque callen de momento por prudencia– hayan declarado la guerra a Fernández Díaz.
De hecho, fuentes siempre seguras señalan que hasta la propia secretaria general, María Dolores de Cospedal, tiene unas ganas enormes de poner distancia con un ministro de Interior que, “por libre”, se ha permitido enmendar cuestiones que en el PP siempre han sido consideradas líneas rojas que nadie debía traspasar.
