La misión comercial conjunta de la Casa Real y La Moncloa para potenciar la ‘Marca España’ en United States of América, parece que empieza a dar sus frutos. Un par de días después de reunirse el Rey con la plana mayor del New York Times, el diario glosaba en sus páginas ante el mundo una de las virtudes cuantificables de Su Majestad: su fortuna personal.
Y en la madrugada del 4 de octubre de 2012 madrugada, la semilla sembrada volvía a dar frutos en el primer debate entre los dos aspirantes a inquilino de la Casa Blanca.
Ante Dios, la historia y dicen que alrededor de 50 millones de estadounidenses que permanecieron atentos a las pantallas, Mitt Romney se sacó de la chistera el conejo de España, mientras Obama se quedaba lívido, prácticamente blanco, en un espacio de tiempo tan breve, tan breve, que le habría dado envidia al mismísimo Michael Jackson, tras haberse pasado el pobre media existencia intentado cambiar de color.
NOVEDOSO REPELENTE ECONÓMICO
El candidato Republicano utilizó el ‘crack español’ de novedoso repelente económico, como in illo témpore se utilizaban ajos para ahuyentar malos espíritus. En una sesión de exorcismo televisado, Romney invocó al New Deal de Roosevelt para expulsar la diabólica austeridad y los recortes demoníacos genuinamente españoles de los que, por lo visto, parece que está poseído Barak Obama.
La ‘Marca España’ empieza a carburar, señores. Se ha ido abriendo camino en el mercado como repelente electoral internacional, y no hay debate, confrontación ideológica, mitin en cualquier país occidental que se precie, en el que no salga a relucir como arma de destrucción masiva.
Sin darnos cuenta, endeudándonos hasta las cejas en el ámbito público y el ámbito privado, hemos creado un modelo de país con propiedades políticas insecticidas.
El mérito lo pueden compartir el PSOE y el PP, los nacionalistas catalanes y los nacionalistas gallegos, los banqueros, los gobernadores del Banco de España, los empresarios de la construcción, los sindicatos, los medios de comunicación, los millones de españoles que hemos puesto nuestro granito de arena para convertir nuestro país en un arma arrojadiza.
Sarkozy utilizó la España en quiebra técnica de Zapatero como último recurso para derrotar a las fuerzas aliadas de Hollande y la crisis. En la última campaña electoral gala, en mítines y debates, ‘le petit Napoleón’ pronunció más veces la palabra España que la palabra Francia, aunque su estrategia de acojonar a nuestros vecinos de ahí arriba con la película de terror de aquí abajo, no acabó de darle los buenos resultados que esperaba.
Monti, también cayó en la tentación de utilizar a los españoles como escudo humano, hasta que Rajoy le lanzó una amenaza bíblica: ¡detén tu lengua, Mario! Y Ángela Merkel, en pleno embarazo electoral, deja caer de vez en cuando ante su electorado la imagen de un pueblo arruinado, habitado por millones de vagos que se echan la siesta, al que sólo se puede ir de vacaciones.
Éramos pocos, estábamos siendo poco solicitados, y hasta Mitt Romney nos acaba de utilizar esta última madrugada como antídoto contra Obama. No se sabe si sus asesores le han explicado antes al candidato republicano qué es y dónde está España. Tampoco se comprende que no le hayan proporcionado un mapa, para sacar de dudas a los 50 millones de telespectadores que, por con sus antecedentes, igual creían que se estaba refiriendo a un país suramericano.
DERECHOS DE EXPLOTACIÓN
Pero, marca, lo que se dice marca, estamos haciendo, señores. Después de Zara, España debe ser la marca del sur de Europa con más difusión en los medios de comunicación del planeta. Esta inesperada popularidad sugiere alguna pregunta:
¿No se les puede cobrar a los dirigentes mundiales derechos de propiedad y de imagen?
¿Van a seguir rentabilizando electoralmente, mediáticamente el nombre de España por la cara?
Que De Guindos, Montoro y Margallo le den una vuelta al asunto, no vaya a ser el diablo que cobrando los derechos de explotación de España como repelente electoral, podamos recaudar una pasta gansa. ¡Con la falta que nos hace, coño!