El Rey Juan carlos I a los periodistas: "Me encuentro divinamente"
Solo un día después de que el Rey, jefe del Estado y capitán general de las Fuerzas Armadas, se mostrara preocupado por «intransigencias que conllevan maximalismos y políticas rupturistas«, en lo que unánimente se interpretó como una alusión al órdago independentista catalán, el ministro de Defensa, Pedro Morenés, aseguró que los militares «mantienen el ánimo firme y sereno, sin atender a absurdas provocaciones, y cumplen calladamente con su deber».
Lo dijo este 6 de enero de 2013, en la Pascua Militar, la celebración castrense más relevante del año, en presencia de los Reyes, los Príncipes, el presidente del Gobierno, el ministro del Interior y la cúpula de los tres ejércitos y la Guardia Civil.
¿Quién provoca a los militares? Portavoces de Defensa declinaron comentar las palabras de Morenés, pero este parecía referirse tanto a quienes jalean una descabellada intervención militar para frenar el proceso soberanista; como a los que, desde el extremo contrario, agitan el supuesto ruido de sables para alimentar el victimismo.
En algunas tertulias, como la matutina ‘Hoy por hoy’ de la Cadena SER este mismo 7 de enero, algunos han puesto ya el grito en el cielo, pero las palabras de Morenés se enmarcan dentro del más estricto respeto a la legalidad.
El ministro utilizó una expresión en la que caben muchas interpretaciones. Las «absurdas provocaciones» pueden referirse a aspectos estrictamente militares como la nimiedad de la denuncia del vuelo de dos cazas sobre el Pirineo catalán; a casos más significativos, como la ocultación del retrato del Rey -que es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas- en la toma de posesión de Mas, o hasta el propio proyecto separatista de la Generalitat, que pone en peligro la unidad del Estado, cuya defensa es uno de los cometidos que la Constitución otorga a las Fuerzas Armadas.
Como subraya ‘El Mundo’, nadie debe ver en las palabras de Morenés la amenaza de una posible respuesta militar a esas «provocaciones«, sino tan sólo la constatación de que el Ejército, sometido al Gobierno, es consciente de su labor constitucional y respeta escrupulosamente la legalidad vigente.
A esas «provocaciones» que denunció Morenés hay que añadir otras de índole económico que, a la postre, conducen al mismo fin: presentar a Cataluña como víctima de la persecución del Gobierno central.
Este domingo, el conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, culpaba de nuevo a Rajoy de «precipitar el conflicto político entre el Estado y Cataluña» al endurecer el pasado mes de julio el objetivo autonómico de déficit público, cuando Europa había flexibilizado el del Estado.
Más-Colell necesita seguir haciendo ajustes muy severos en 2013. No le salen las cuentas -sobre todo con las exigencias de ERC, sostén del Govern– y vuelve a culpar al Gobierno central, porque no está dispuesto a prescindir de lo que de verdad ahoga las finanzas de la Comunidad: un aparato burocrático gigantesco al servicio de las «estructuras de Estado» del proyecto secesionista.
Porque desde que CiU se hizo hace dos años con las riendas de la Generalitat ha aplicado una política de ajuste -recortes de gasto y subidas de impuestos- que apenas ha afectado a su aparato de poder.
Así, por ejemplo, los catalanes pagan un euro por receta o soportan uno de los mayores IRPF del mundo para subvencionar una innecesaria red de embajadas, una televisión pública deficitaria, unos periódicos afines que tapan la corrupción o selecciones nacionales de deportes irrelevantes.
Y para mantener esa red clientelar tejida durante años que enriquece a la cúpula en el poder y lastra las posibilidades de crecimiento.
El victimismo nacionalista desemboca una vez más en la desfachatez cuando, como informamos hoy, resulta que el Ministerio de Hacienda destinará en 2013 el 36% -8.300 millones- del Fondo de Liquidez Autonómica a Cataluña, cuando esta región supone alrededor del 19% del PIB español.
Todo porque es la Comunidad Autonóma más endeudada, con un 22% de su PIB, y no tiene capacidad para financiarse por sí misma.
Provocar al Gobierno central para conseguir lo que no puede recaudar es la táctica de Mas. Rajoy no debe seguir entrando a ese juego.
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