Sólo a un gallego podría ocurrírsele citar a un sueco para dejar constancia del terreno que pisa
La nota aparece este 26 de abril de 2013 en Elsemanaldigital, diario online que dirige su autor.
Y dadas las fuentes de Antonio Martín Beaumont, cuyo conocimiento de lo que ocurre en la sede popular de la madrileña calle Génova y en los entresijos del PP está por encima del de cualquier otro periodista capitalino, hay algunos que no deberían echar en saco roto las reflexiones que hace, sus conclusiones y algunos de sus consejos.
La espina está clavada. Por más que Mariano Rajoy pusiese toda la carne en el asador para evitar la solicitud de rescate a la Unión Europea y eludir nuevas condiciones de política macroeconómica, ha constatado los sinsabores de llevar desde La Moncloa las riendas del Poder.
El presidente del Gobierno logró salirse con la suya y, precisamente por ello, hubiera querido que ese esfuerzo calase en la ciudadanía y se le reconociese su tarea en defensa del interés general.
Pero no ha sido así –las graves cifras de paro arrasan cualquier otro dato económico-, aunque Rajoy haya batallado durante meses para no pedir la línea de ayuda financiera a la UE.
El jefe del Ejecutivo se deslizó por el calendario y llegó a ser incluso machacón en sus comparecencias públicas:
«No he tomado la decisión. Cuando crea que es lo mejor para España, lo haré».
Como Mariano Rajoy repetía sus frases, los periodistas se dedicaron a analizar el tono o el ánimo de su insistencia en darles largas, su especialidad. España mantenía entonces una prima de riesgo descontrolada, pero el Gabinete jugó con la ventaja de colocar gran parte de la deuda pública.
Rajoy no quería dar pistas sobre un rescate que buscaba evitar por todos los medios. Esa cuestión se la reservó para sí mismo, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, los ministros Luis de Guindos y Cristóbal Montoro y el jefe de la Oficina Económica de La Moncloa, Álvaro Nadal. El presidente del Gobierno quería resistir, y para ello debía tener bajo control todo cuanto pudiera.
Dentro y fuera de casa se llegó incluso a especular con la caída de Mariano Rajoy para colocar a un Gobierno técnico, como sucedió en Italia. El gallego optó por su estilo habitual: resistir.
No se ha vuelto a repetir un periodo tan delicado como el vivido por el presidente del Gobierno en 2012.
Los meses se sucedían echando leña a una hoguera que no dejaba de arder y los mercados amenazaron con la bancarrota. Rajoy considera ahora un aval suyo el haber eludido la humillante intervención europea, así como la bajada de la prima de riesgo, que se ha situado por debajo de los 300 puntos básicos.
Pero que nadie se lleve a engaño: la paulatina confianza en España no hace olvidar el estado de nuestras cuentas o la destrucción de empleo. La crisis es percibida muy personalmente por cada ciudadano, el paro se vive en cada hogar español y, lógicamente, con datos como el recibido ayer mismo -más de 6.200.000 desempleados- y la magnitud de semejante drama social, las cifras macroeconómicas, las primas de riesgo, las subastas de dinero o el propio rescate quedan en un lugar muy secundario.
Mariano Rajoy tiene decidido jugarse la presidencia del Gobierno a la carta de la economía. Esto es lo que hay. Si saca al país del atolladero, es decir, si se empieza a crear empleo, podrá apuntarse el éxito. Pero si fracasa en el intento, su carrera política habrá tocado a su fin.
Rajoy lo sabe y así lo expresó desde la tribuna del Congreso de los Diputados apoyándose en el socialdemócrata Göran Persson:
«Él tenía dos caminos: hacer lo que debía y no ser reelegido, o no hacer nada y no ser reelegido, pero además perjudicar a su país. Persson hizo lo que debía y fue reelegido».
A buen entendedor… Eso sí, sólo a un gallego podría ocurrírsele citar a un sueco para dejar constancia del terreno que pisa.