El nuevo Rey se metió a la clase política y a la prensa en el bolsillo

Nadie imaginaría quién está detrás de las mejores frases de Felipe VI

Un discurso de 3.000 palabras que encierra la clave del porqué la abdicación de Juan Carlos I fue obligada

Nadie imaginaría quién está detrás de las mejores frases de Felipe VI
Los reyes, Felipe VI y Letizia, junto a sus hijas, Leonor, princesa de Asturias, y la infanta Sofía, y don Juan Carlos y doña Sofía, en el balcón del Palacio de Oriente. J.L.

Las expectativas en torno al primer discurso del Rey Felipe VI estaban tan por las nubes que no era fácil estar a la altura, él que está acostumbrado a mirarlo todo desde su privilegiado 1,97.

Y aun así hubo práctica unanimidad: políticos y comentaristas -con la salvedad de Artur Mas y algún otro- se deshicieron en elogios hacia las primeras palabras que el nuevo Monarca dirigió a un pueblo español tan huérfano de referentes. Especialmente las que pronunció sobre la diversidad del país como su seña de identidad.

Ahora bien. A quien sea un asiduo de los discursos de Navidad de Juan Carlos I y goce además de buena memoria algunos de los extractos del celebrado discurso de su hijo le resultarían familiares. Lean y comparen estos párrafos de abajo, y para no andar con intrigas les desvelo el misterio por adelantado: los primeros son del último discurso de Nochebuena; los segundos, de este jueves.

«Nos une la extraordinaria riqueza de un país diverso, de culturas y sensibilidades distintas (…). La Corona cree en un país libre, justo y unido dentro de su diversidad. Cree en esa España abierta en la que cabemos todos. Y cree que esa España es la que entre todos debemos seguir construyendo». Juan Carlos I.

«La Constitución reconoció nuestra diversidad como una característica que define nuestra propia identidad (…). En esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos». Felipe VI.

«La sociedad española reclama hoy un profundo cambio de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida política, económica y social que satisfaga las exigencias imprescindibles en una democracia (…). Asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad». Juan Carlos I.

«La Corona debe velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente (…). Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública». Felipe VI.

«España es una gran Nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena luchar». Juan Carlos I.

«Tenemos un gran país. Somos una gran nación, creamos y confiemos en ella». Felipe VI.

Incluso ambos hicieron mención a las víctimas del terrorismo.

El contraste

El hijo se metió a la clase política y a los medios en el bolsillo con estas y otras frases. El padre, por contra, con las suyas recibió el 24 de diciembre la indiferencia de buena parte de los españoles. De hecho el de 2013 fue el discurso navideño menos visto, con una pérdida de dos millones de espectadores en 15 años. Aun así lo siguieron 6,5 millones, todo hay que decirlo.

El del hijo sonó a nuevo, a La Primavera de Vivaldi. Interpretada un 19 de junio, en vísperas del verano. El del padre, a más de lo mismo, a El Invierno de un 24 de diciembre. ¿Por qué, si como ha quedado demostrado hay frases de Felipe VI prácticamente calcadas a las que pronunciara Juan Carlos I hace apenas seis meses?

En la respuesta está asimismo la explicación a la decisión de este último de abdicar. Y, también a la de no asistir ni a la proclamación de su hijo ni a la recepción en el Palacio Real. Este jueves, con el primer discurso de Felipe VI, quedó definitivamente demostrado que quien le ha cedido el trono no lo hizo por voluntad propia, sino obligado.

Obligado por un pueblo que, dijera lo que dijera, hacía mucho tiempo que ya no le escuchaba. Y lo que es peor: que tampoco le respetaba ya, por más homenajes que haya ahora. No hay jefe de un Estado democrático que pueda sobrevivir a la pérdida de confianza de su gente.

Cuentan quienes le conocen que, aunque intente disimular, tan afectado está Don Juan Carlos que no quiso ir al Congreso por no darles el gusto a algunos de verle emocionarse, romperse, llorar. Ésa y no la cuestión del protagonismo fue la auténtica razón.

 

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