Ni la lleva en la visita al hospital Carlos III ni la pone en el comite del ébola

El presidente Rajoy deja a Ana Mato a los pies de los caballos

El nombramiento de la vicepresidenta como gestora principal de la crisis, desautoriza a la ministra de Sanidad

Es imposible saber, dada la naturaleza de Rajoy, que destino espera a Ana Mato, pero la lógica aconseja que se vaya a casa en cuanto amaine la crisis sanitaria

Es imposible saber, dada la naturaleza ‘opaca’n de Mariano Rajoy, que destino espera a Ana Mato en la política española, pero la lógica aconseja que se vaya a casa en cuanto amaine la crisis sanitaria.

Por el momento, lo evidente es que el presidente del Gobierno, que no pierde la calma ni en lo pero de la tormenta y nunca se precipita o toma una decisión no reflexionada, la ha desautorizado de forma pública y flagrante.

Ni llevó con él a la actual Ministra de Sanidad en lsu visita al hopsital Carlos III ni la pone en el comite del ébola.

El Consejo de Ministros acordó este viernes, 10 de octubre de 2014, nombrar un comité político-científico que dirija la lucha contra el ébola y puso al frente del dispositivo de gestión de la crisis a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

Como subraya el diario ‘El País’ en su editorialm, el Gobierno ha tardado demasiado en darse cuenta de la gravedad de la situación y eso ha dado lugar a que la crisis se abordara con intolerables dosis de improvisación.

En definitiva, el presidente, Mariano Rajoy, decidió -cinco días después de conocerse que una auxiliar de enfermería había resultado infectada por el virus y podía haber contagiado a otras personas- lo que este diario defendió que debía hacerse en cuanto estalló la crisis, y lo que la oposición reclamaba.

Las deficiencias en la aplicación de los protocolos han proyectado mientras tanto serias dudas sobre la solvencia de la respuesta, no solo entre los españoles sino en la escena internacional. No se ha sabido reaccionar a tiempo.

Los máximos responsables sanitarios, tanto de la Comunidad de Madrid como del Ministerio de Sanidad, no han sido capaces de entender en el primer momento que una crisis como esta debía abordarse no solo con medios sanitarios excepcionales y adecuados a la gravedad de la situación, sino también con fuerte autoridad política y técnica decisiva.

A ello hay que añadir una terrible política informativa que, lejos de tranquilizar a la población, ha creado alarma y confusión. Distintas fuentes han dado datos no siempre coincidentes, lo que ha aumentado la desconfianza sobre los dispositivos de control y ha permitido la proliferación de todo tipo de rumores.

También hay que decirlo: a estos problemas de comunicación hay que añadir la actitud poco responsable de algunos medios, que han lanzado al aire noticias sin haber sido debidamente comprobadas. El nuevo comité debe establecer mecanismos ágiles para transmitir información fiable; y la frivolidad y el sensacionalismo deben ser desterrados de la cobertura informativa en un problema tan grave como este, que provoca lógica preocupación en la gente y mucha angustia entre los posibles afectados.

El comité debe revisar con urgencia los protocolos de actuación y el funcionamiento del dispositivo habilitado para evitar que se repita la cadena de fallos que ha protagonizado la crisis.

En particular, el control y seguimiento de las personas que en algún momento han podido tener contacto con la auxiliar enferma. Se trata de evitar que se repitan los errores de valoración y asistencia de los que ella fue víctima y que permitió que continuara haciendo vida normal cuando ya había notificado que tenía décimas de fiebre y astenia.

La interpretación burocrática de los protocolos, que solo disparaban las alarmas si la fiebre alcanzaba 38,6 grados, hizo que se perdiera un tiempo precioso para tratar a la enferma y evitar que el virus pudiera expandirse.

También debe afrontarse, con diálogo y respeto, el malestar del personal sanitario y aclarar sus dudas sobre la idoneidad de los trajes y de la formación que reciben en el manejo de la enfermedad.

Es significativo que ni en la visita ayer del presidente Rajoy al Hospital Carlos III ni en la rueda de prensa de después del Consejo de Ministerios estuviera presente la titular de Sanidad, Ana Mato.

Tanto la ministra como el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, cuya torpe actuación ha incluido un intento de culpabilizar a la víctima -con independencia de su propia responsabilidad-, han quedado claramente desautorizados.

La vicepresidenta eludió ayer aceptar que se hayan cometido errores alegando que ahora lo prioritario es luchar por salvar las vidas en peligro.

Cierto, pero no es un argumento aceptable. La adecuada rectificación del Gobierno es en sí misma una enmienda a la totalidad de las actuaciones realizadas y debería desembocar en las correspondientes consecuencias políticas.

 

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