El CNI maniobra para proteger al Rey de España del escándalo protagonizado por su padre

Operación Salvar al Soldado Felipe

Corinna Sayn-Wittgenstein: "No era consciente de que estaba siendo grabada por el comisario Villarejo"

Operación Salvar al Soldado Felipe
Felipe VI, Rey de España. EP

Sol Bacharach, la empresaria valenciana que Corinna señala como amante de don Juan Carlos

«Felipe VI es la garantía de que los españoles permanezcamos unidos, o sea, más fuertes y vivamos mejor».

Con esa frase, que pone en boca dede una diputada preguntada por el escándalo que afecta al Rey Juan Carlos y salpica a la Corona, arranca Silvia Armesto un largo reportaje en ‘Informalia’, sobre el calvario que se avecina para la Casa Real española y las maniobras que están haciendo algunas de las principales instituciones del Estado para protegerla.

«La monarquía, irracional y anacrónica, es en este momento el sostén de esa unidad. Siempre y cuando el pueblo soberano así lo desee».

«El aparato del Estado maniobrará para proteger al Rey del escándalo protagonizado por su padre y atajar las consecuencias que puedan dañar a la monarquía».

«No es baladí preguntarse por qué llegan ahora las grabaciones de marras a los medios».

La foto de España en el verano de 2018 incluye un presidente del Gobierno recién llegado, con un apoyo parlamentario frágil, con los ministros estrenándose aún, con los separatistas tirando de la cuerda, con el Partido

«Exacto, y es en ese contexto en el que llegan por capítulos las grabaciones que desacreditan al padre del jefe del Estado y que desdibujan los casi 40 años del reinado del sucesor de Franco en la jefatura del Estado», puntualiza. «El chantajista, el que sea, quiere hacer el mayor daño posible», añade.

«Cuando el deseo se apaga como una vela gastada, y el fuego de antaño se convierte en nada, la magia se hace rutina y la rutina es el fin de la pasión».

No es un extracto de una novela de Corín Tellado sino un pedazo del relato literal de un hombre ligado durante muchos años a la Casa Real y que justificaba así durante una cena en Asturias, hace tiempo ya, el deterioro de la convivencia entre don Juan Carlos y doña Sofía, cuya pantomima se mantuvo de cara al público hasta que fue imposible sostener que el matrimonio estaba vivo, no hace tanto.

En aquellos años en los que este monárquico vetusto hablaba así, nadie preguntó cómo afectaba a la madre de Felipe de Borbón la misma situación.

Pero aunque los amores del Rey y sus aventuras íntimas puedan resultar aún hoy escandalosas para algunos de los que fueron sus súbditos, no se le podría imputar un delito al hoy Emérito porque un día dejó de compartir alcoba para siempre con la madre de sus tres hijos y emigró para encender otros fuegos.

Aparte de que por ley el Jefe del estado era inviolable, afortunadamente el adulterio dejó de ser delito en España hace 40 años.

Sin embargo, cuando una amante del Rey habla de cuentas en el extranjero, cobro de comisiones, patrimonio oculto o acusa a Su Majestad de ser el cerebro del Caso Nóos, entran en el juego consideraciones legales y se plantean situaciones de gran relevancia política e institucional, cuyas imprevisibles consecuencias ponen en jaque al Estado.

«Los representantes públicos estamos obligados a preguntar, a investigar, a tomar decisiones, o sea, a ganarnos el sueldo, pero una grabación subrepticia, ilegal, entre personajes sórdidos de dudosa credibilidad en una habitación de Londres no debería sin embargo ser un bicho imposible de torear para el aparato de un estado domocrático sólido».

Es una opción ponerse de perfil ante el descomunal bochorno organizado por un ex comisario corrupto, un amigo de Aznar que presidió Telefónica y una presunta Mata Hari alemana pero el silencio puede ser contestado con un tsunami antimonárquico de dimensiones interestelares y consecuencias irreversibles.

Más allá del escenario rastrero, oscuro e ilícito del que mana el veneno, la ejemplaridad cacareada desde los discursos navideños de ambos reyes y grabada a fuego en sus súbditos mientras devoramos cordero y bebemos junto al cuñado no puede acabar con el ingreso en prisión del yerno ambicioso y la retirada del título de duquesa a la hija del presunto comisionista real.

A falta de las sucesivas entregas que Villarejo o quien sea vayan haciendo llegar en fascículos coleccionables a la población española, cada aparición pública del Rey Juan Carlos, del Rey Felipe, del presidente del Gobierno, de la ministra de Defensa, y de todos los políticos y funcionarios que tengan algo que decir será una verbena de preguntas, con respuestas o sin ellas.

De momento se ha pedido por parte de Izquierda Unida que el director del CNI, Félix Sanz Roldán, comparezca para explicar qué sabe de las cuentas del Rey Juan Carlos en Suiza.

Con la opción de no hacer nada descartada, se abren varias posibilidades: negarlo todo, desacreditar a la princesa Corinna, querellarse contra ella, abrir una investigación que verifique o desmonte lo sucedido y actuar en consecuencia.

¿O blindar al Rey Emérito para evitar que caiga la primera muralla de protección de Felipe VI?

La Familia Real, con su veraneo en Palma, podría mantener sus planes de reunión en Marivent, decir que no hay nada que decir, y dejarse agasajar y retratar como si no ocurriera nada.

Esa foto de la Reina Letizia, su querida suegra la Reina Sofía, la princesa Leonor y su hermana la infanta Sofía, Felipe VI y el abuelo picaflor no debemos perdérnosla este año. Si es que se produce.

Pero, cuestiones del cuché aparte, si el pueblo se arremolina en torno a la sospecha de que hemos aplaudido durante décadas a un jefe del Estado que cobraba comisiones a cambio de ayudar a su país, amasaba fortunas y las escondía en Suiza y en varios paraísos fiscales, la monarquía se tambaleará más que cuando el emérito, acompañado de su amiga alemana, se destrozó la cadera en Botsuana cazando elefantes y luego pidió perdón diciendo que lo sentía mucho y que no volvería a ocurrir.

Si Urdangarin y aquellos lamentables episodios terminaron en la abdicación de Juan Carlos I, esto que vivimos ahora puede acabar en investigación, procedimiento judicial, exilio o referéndum constitucional. El cortafuegos que puede evitar que las llamas del escándalo abrasen a Felipe VI puede consistir en que el hijo reniegue del padre como renegó de su hermana Cristina.

Sin embargo es difícil imaginar siquiera al Monarca dando su discurso de Nochebuena para contarnos que España debe permanecer unida, que debemos ser buenos y que va a mandar a su padre castigado a Estoril o a Suiza con una pensioncilla justa, sin un duro de dinero público, una vez devuelva lo que no se haya gastado del erario de los súbditos en viajes en avión privado, juergas y champagne para su refugio de los Alpes suizos.

La prensa internacional ya recoge con llamativa naturalidad que el «ex rey de España» escondía dinero: fraude fiscal, blanqueo de capitales, malversación, cohecho… ¿Quién sabe qué diría un juez si cualquier otro funcionario de sangre roja hubiera llevado a cabo de forma continuada las presuntas fechorías que señalan al nieto de Alfonso XIII?

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