LAS COSAS DEL GOBIERNO SOCIALISTA Y SUS AMIGOS

La vice Calvo se prepara para censurar a la Prensa disfrazándose de Guardia Civil

La vice Calvo se prepara para censurar a la Prensa disfrazándose de Guardia Civil
La socialista Carmen Calvo, con el tricornio d ela Guardia Civil. PD

La vicepresidenta Carmen Calvo, del cada vez más insostenible Gobierno Sánchez, la misma que amenazaba hace poco más de 3 días, con implementar una serie de normas para censurar y perseguir a los medios que publicaran escuchas u otro tipo de informaciones comprometidas, parece que ya se prepara para ello (El País de Gallego-Díaz salva el culo a la dictadora Carmen Calvo y da categoría de breve al chanchullo fiscal de Pedro Duque).

Es sólo un indicio, una coña, pero hay que dice que ha dado el primer paso ‘encasquetándose’ el tricornio de la Guardia Civil, como podemos ver en estas polémicas fotos; unas imágenes que la propia Calvo no quería se hiciesen públicas bajo ningún concepto (Ni España ni los españoles se merecen a Pedro Sánchez y este Gobierno de mierda).

Dicen que a los hombres se les puede dividir en dos categorías: los que hablan para decir algo, y los que dicen algo por hablar (Vídeo / Los acojonantes 12 segundos de Robles que dejan con el culo al aire a los amordazadores Sánchez y Calvo).

Y estas imágenes hablan por sí solas (‘El Lechero’ Fortes justifica la mordaza de Calvo a la prensa y se lleva un corte épico de Andrea Levy).

Han tenido que caer dos ministros del Gobierno, forzados a dimitir por las revelaciones de los medios, para que la vicepresidenta del Ejecutivo repare en la necesidad de controlar la prensa y poner límites a la libertad de expresión que consagra la Constitución, giro de clara inspiración chavista que se suma a la toma de Radio Televisión Española -primera iniciativa del Ejecutivo de Sánchez- o a las amenazas judiciales de La Moncloa a quienes denunciaron el plagio de la tesis del presidente del Gobierno.

Carmen Calvo ha dado un paso cualitativo en esta política de corte totalitario al abogar por regular e «intervenir» la libertad de expresión, privando así a la opinión pública del necesario control que los medios ejercen al poder político (Pedro Sánchez monta un circo y le crecen los enanos: Pedro Duque la lía eludiendo cuatro impuestos).

Las revelaciones sobre los ejercicios de ingeniería fiscal a los que recurrió el ministro Pedro Duque para optimizar su relación con la Agencia Tributaria, o las conversaciones que muestran la condescendencia de la titular de Justicia con quien había organizado una red delictiva de prostitución para extorsionar con «información vaginal» a personalidades públicas, desenmascaran a un Gobierno cuya única razón de ser fue, precisamente, la regeneración ética.

El argumento de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a La Moncloa, desde donde insiste en repartir credenciales de pureza democrática y moral -«Hemos venido a limpiar», repite-, se viene abajo ante las informaciones que, un día sí y otro también, ponen de manifiesto una forma de actuar diametralmente opuesta a los principios que enarboló para tomar el poder.

La prensa estorba a un Ejecutivo cuya única legitimidad derivaba de su presunta superioridad moral y al que los medios de comunicación sitúan a diario ante el espejo de sus propias contradicciones.

La solución para la vicepresidenta del Gobierno no consiste en un ejercicio de contrición como los que, en numerosas ocasiones, llevó a cabo el anterior Ejecutivo por sus corruptelas, sino en «empezar a tomar decisiones que nos protejan».

Se refiere Carmen Calvo a proteger a los políticos, claro está, no a defender a los ciudadanos -como sería más deseable- de quienes recurren a la impostura y la propaganda para difundir medias verdades, si no mentiras.

Cuando la vicepresidenta del Ejecutivo habla de las pseudoinformaciones que «transforman literalmente la propia concepción de la vida y del mundo que tenemos» da la impresión de referirse a su propia maquinaria publicitaria, incapaz ya de contrarrestar las noticias que retratan a su Gabinete.

La libertad de expresión tiene límites, como bien saben los raperos y tuiteros que envilecen el mundo de la comunicación, pero no es a los políticos a quienes hay que proteger, sino a los ciudadanos libres que confian en medios de comunicación y periodistas para informarse, amenazados, unos y otros, por un Ejecutivo que lo basó todo en la propaganda y que, a la venezolana, trata de imponer y blindar su verdad.

No peligra la prensa, sino la propia democracia.

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