Una etiqueta todavía pegada en la chaqueta del líder de Podemos Pablo Iglesias desata el cachondeo en las redes

La redes ‘apabullan’ a Iglesias por atacar a Amancio Ortega e ir al Congreso vestido de Zara: «Hipócrita, Judas, VicePandemias…»

"Al señor marqués se le ha olvidado ordenarle al servicio que le quite al traje la etiqueta de ZARA", dice uno de los comentarios en la red social

La redes ‘apabullan’ a Iglesias por atacar a Amancio Ortega e ir al Congreso vestido de Zara: "Hipócrita, Judas, VicePandemias..."
Pablo Iglesias vestido con la ropa que fabrica la empresa de Amancio Ortega

Nunca llegaremos al límite con las contradicciones de Pablo Iglesias.

Y tras lo visto durante la Sesión de Control de Congreso de los Diputados de este 22 de abril de 2020 y el cachondeo que se ha desatado en las redes sociales a cuenta del líder de Podemos, el personal empieza a sopesar si el asunto tendrá o no cura. Porque es de psiquiatra.

El vicepresidente segundo, que se ha pasado los meses atacando a Amancio Ortega y escupiendo contra Inditex, cada vez que el magnate hacía una donación a la Sanidad española, no ha tenido otra ocurrencia que ir vestido de Zara a las Cortes.

Y no con cualquier trapito, sino con una espléndida americana de la que el muy merluzo no había quitado todavía ni las etiquetas.

Para la inmensa mayoría de los españoles –y para el mundo en general– el empresario gallego-leonés es un ejemplo a seguir. Un gigante de la ‘Marca España‘ como puede ser Rafael Nadal o alguien como Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín del atentado islamista de Londres,

El propio alcalde de Madrid, hace algunos días explicaba lo necesario que resulta para la economía de España tener empresarios exitosos, y mas aún en tiempos de pandemia, «Quiero muchos más amancios ortegas en España», decía, como es lógico, el político del PP.

Por eso, desde las redes sociales apabullaron al galán de Irene Montero, el que nos manda burofax amenazantes a Periodista Digital, con todo tipo de comentarios por ir con una prenda –nueva de etiqueta– de una empresa que ha llegado a tildar de «explotadora laboral».

Incongruencia total.

Pablo Echenique, que se ha ganado pulso el cargo de portavoz de Podemos en el Congreso, ha intentado atacar al dueño de Inditex desde Twitter en diferentes oportunidades:

«Con una mano, donaciones graciables a la sanidad pública. Con la otra, entramado de empresas pantalla para evadir impuestos y socavar así los ingresos del Estado que mantienen la sanidad pública» dijo en junio de 2019.

Pero no ha sido el único, también Irene Montero ha salido contra el empresario más exitoso que ha dado España. Pero es parte de un show comunista, algo que quedó claro este miércoles, bueno, estaba muy claro ya.

«Yo tengo mucha suerte, yo tengo jardín en mi casa para sacar a mis hijos»

Por segunda semana consecutiva iglesias hace alarde de aquello de «nadar en contradicciones».

El pasado 15 de abril de 2020, durante su intervención también en el Congreso, así sin tapujos, Iglesias reconocía la buena suerte que tiene por ser parte de la buena casta, aunque no esté a nivel de don Amancio Ortega.

El buen amigo del Gobierno socialcomunista, Gabriel Rufián, exigía al vicepresidente segundo centrarse en el presente, pero además le pidió tres supuestas medidas, para terminar mostrando su populismo rancio de extrema izquierda.

Le pidió proteger a las personas que «pueden ir en un metro atestado a trabajar pero no puede enterrar a sus mayores», dar una respuesta económica a las familias «que están siendo obligadas a trabajar y no tienen donde dejar a sus hijos» y finalmente dejó ver su lado más sectario al pedirle a su socio que desvelara si el Gobierno se está dejando someter por la patronal para tomar sus medidas.

Ante esto, Iglesias, además de mostrar su total acuerdo con las palabras de Rufián, no tuvo reparo en mostrarse como el pijo que es, «yo tengo mucha suerte, yo tengo jardín en mi casa para sacar a mis hijos, precisamente por eso soy consciente de que millones de familias en este país están teniendo a los niños en pisos de 40, 50 y 60 metros», todo un acto de empatía por parte del marqués de Galapagar.

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