El decreto ley de Pedro Sánchez para ahorrar energía, que prevé multas millonarias para comercios y empresas, además de una medida un tanto dictatorial es bastante disparatada.
Para empezar, no está nada claro que dejar a oscuras las ciudades vaya a tener efectos positivos ambientales o financieros.
Para continuar, porque con una economía tan alicaída como la española, es insensato cargar en las empresas y comercios lo que ya sería suficiente que aplicara la Administración Pública, dando un ejemplo que no da ni el propio Sánchez que, mientras dice que contaminamos mucho con el aire acondicionado, él contamina a lo bestia con el Falcon y el Puma y derrocha con el Gobierno más multitudinario de Europa.
Sánchez se ha acostumbrado a amplificar problemas ajenos, a crear otros nuevos y a aprovecharlos todos para diluir su incompetencia o tapar sus lagunas y escándalos.
Porque mientras se habla del decreto, no se habla del hundimiento económico de España, de la voracidad recaudatoria de su Gobierno o de bochornos tan recientes, y ya enterrados, como el caso de los ERE.
Quitarse la corbata y subirse al Falcon no puede ser la respuesta de un dirigente serio ante un drama socioeconómico como el que ya sufre España.
Pero hacer eso y añadirle un catálogo de multas que pueden llegar a los 10 millones de euros, roza el delirio totalitario.
