Uno de ellos se quejaba: «Nos han tratado como etarras». Los cinco bomberos catalanes identificados por error como los etarras implicados en el asesinato de un gendarme francés han sufrido una pesadilla desde que las autoridades francesas y españolas difundieron un vídeo en el que aparecían comprando en un supermercado cerca del lugar en el que se produjo el crimen.
La policía francesa ha dado palos de ciego llevada por la presión de un gran titular en las portadas. Solo si se hubieran detenido a mirar las fotografías, difundidas por los Cuerpos de Seguridad españoles, de los últimos huidos a su país, miembros de Segi, podían llegar a la conclusión de que ni la estética ni la edad se corresponde con la de los bomberos catalanes.
«Si la esperanza para acabar con el santuario francés de ETA es esa Securité que confunde a bomberos catalanes con terroristas vascos más vale que sigamos confiando en la Guardia Civil», escribe Ignacio Camacho en ABC –Torrente en Francia-.
- Desarmados, camuflados y en territorio ajeno, los servicios de información españoles en Francia resultan mucho más fiables que los torrentes galos, cuyo soberbio patinazo los convierte en merecidos aspirantes al premio César por su bordado papel de brazo tonto de la ley en la comedia bufa «Confusión en el hipermercado».
Camacho destaca que justo cuando están a punto de implantarse en medio mundo scanners que desnudan a los viajeros lo menos que cabe esperar de tanto escrutinio tecnológico «es que esté manejado por tipos de una cierta solvencia y no por émulos del Superagente 86».
- El primer precepto de la lucha contra el terrorismo es no creer la palabra de un terrorista, o por lo menos someterla a cuarentena de verificación. Encelada con la declaración falsaria de su único detenido, la policía francesa cometió un error ridículo y contumaz que revela una lamentable bisoñez en un asunto sobre el que hace treinta años que debería tener interés y experiencia.
- Los bomberos de Gerona han tenido la suerte de hallarse a salvo cuando se difundió el vídeo de su inocente avituallamiento; es fácil imaginar la desagradable peripecia que habrían sufrido de haber quedado al alcance de unos agentes encabronados por el asesinato de un camarada.
En materia de seguimiento de etarras nadie posee mejor know how que la inteligencia policial española. El protocolo es así: Francia permite que nuestros agentes desarrollen en su suelo tareas de investigación, localización y seguimiento, respeta sus tiempos y estrategias y espera que desde España llegue la decisión de actuar en el momento conveniente.
- El problema ha surgido cuando, heridos de rabia corporativa por el crimen del brigada, los policías galos han pretendido mostrar su eficacia con un orgullo precipitado e irresponsable. El resbalón, cortésmente minimizado por nuestro Gobierno, resultaría una broma anecdótica de no ser porque el comando asesino continúa en libertad. Y porque ésta es la hora en que los altivos responsables del desaguisado aún no han formulado nada parecido a una disculpa.