Más que de lo dicho por el ministro José Blanco -que con la gorra del PSOE salió de mitin el fin de semana para defender al juez Garzón-, en el Madrid de la política se habla de un artículo de Joaquín Leguina en el El País -«Enterrar a los muertos»- en el que el ex presidente de Madrid critica a quienes reclaman la revisión de la Transición aduciendo que la Ley de Amnistía del 77, en realidad, fue una ley de amnesia. Amnesia impuesta por el miedo al ruido de sables. «Es falso -decía- y encierra una calumnia contra quienes alumbraron la Constitución. Gentes generosas, no cobardes».
Leguina señala que faltan al rigor quienes afirman que la derecha española es heredera y añorante del franquismo. Considera, con razón, que es un disparate decir que la mitad de los españoles (los votantes del PP) son franquistas. También rechaza la proclama según la cual «todos» los represaliados por el franquismo son héroes de la democracia y de la libertad y recuerda los crímenes cometidos en Madrid en la zona republicana por alguno de los pistoleros izquierdistas que operaron en la retaguardia al inicio de la guerra civil.
Viene a decir que para defender a Garzón no hace falta tirar al niño (la Transición) con el agua sucia de la bañera. Leguina ha contado que desde la dirección del partido le habían llamado para recordarle que el PSOE estaban con Garzón. «¿Y, en qué congreso se ha decidido ése apoyo?», habría preguntado el cántabro con la retranca que le caracteriza. Joaquín Leguina, es un lujo; un socialista que no es que vaya por libre, es que, a la manera de Kazanzakis, se sabe libre porque nada teme, ni nada espera.