Condenado en Valladolid a seis años de cárcel el guardia civil que disparó a otro por equivocación tras una pelea

La Audiencia de Valladolid ha condenado a una pena de seis años de cárcel por delito de tentativa de asesinato al guardia civil en prácticas Alberto M.M. que fue juzgado el pasado mes de junio por tirotear en diciembre de 2007 a un joven en Laguna de Duero al que confundió con otro con quien horas antes había tenido un altercado en una discoteca de la localidad, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.

En su sentencia, el tribunal, que aplica al condenado la atenuante muy cualificada de reparación del daño, incluye en la condena la prohibición de portar armas de fuego durante el tiempo de la condena y la prohibición de aproximarse a su víctima a menos de 300 metros durante nueve años.

Su primo Héctor M.G, militar profesional que compartió banquillo con el guardia civil, ha sido considerado cooperador necesario de un delito de tentativa de homicidio y, además de la pena de dos años y seis meses de prisión, la Sala le prohíbe portar armas durante la condena y acercarse al lesionado durante tres años y seis meses. A este último también se le ha aplicado la atenuante de reparación del daño.

En concepto de responsabilidad civil, ambos condenados, de forma conjunta y solidaria, habrán de indemnizar al perjudicado en la cantidad de 17.697 euros y con otros 6.293 euros al Sacyl por los gastos derivados de su asistencia sanitaria.

El Ministerio Fiscal y la acusación particular habían solicitado 10 y 11 años de cárcel, respectivamente, para el guardia civil Alberto M.M. por tentativa de asesinato, así como 8 y 10,5, por el mismo orden, para su primo, el militar profesional Héctor M.G, junto con el pago de una indemnización conjunta en favor de la víctima de 15.600 euros por lesiones y secuelas, cantidad que el acusador público había elevado al incluir también daños morales.

Los hechos se remontan a la madrugada del 14 de diciembre de 2007, fecha en la que ambos imputados, sobre las 04.00 horas, sostuvieron una discusión con un grupo de jóvenes en la discoteca Factory de Laguna de Duero, a resultas de la cual los primeros resultaron heridos levemente, ante lo cual una patrulla de la Benemérita se vio obligada a intermediar para que la situación no fuera a mayores.

Tras el incidente, el guardia civil, que acababa de salir de servicio, su primo y un tercero, amigo de ambos, salieron de Laguna de Duero en el vehículo que conducía el primero escoltados por la Benemérita.

Fue entonces cuando el agente Alberto M.M. condujo hasta el acuartelamiento de Tudela de Duero, donde prestaba servicio, y entró tras advertir al compañero de puertas que iba a coger ropa, cuando en realidad, según las acusaciones pública y particular, tomó su arma reglamentaria con la que volvió a bordo del coche y emprendió viaje de regreso a Laguna de Duero al objeto de buscar a las personas con la que habían mantenido el enfrentamiento.

Una vez en esa localidad, su primo se puso al volante y el guardia civil a su lado con la pistola en la mano mientras callejeaban por las zonas próximas a la discoteca Factory, hasta que sobre las 05.45 horas, cuando transitaban por la Avenida de Madrid, avistaron a un joven, Víctor I.R, a quien creyeron reconocer como participante en la trifulca.

Así, el militar, como sostenían los acusadores, aproximó el coche al vehículo del objetivo, que era completamente ajeno a la reyerta registrada horas antes, mientras su primo, que llevaba la ventanilla bajada, se dedicó a llamarle. Al acercarse la víctima al vehículo, el guardia civil sacó la pistola por la ventanilla y descerrajó cinco disparos, dos de los cuales alcanzaron al joven. Acto seguido, ambos acusados huyeron en el vehículo en dirección hacia Megeces.

Finalmente, sobre las 07.00 horas, el guardia civil en prácticas se puso en contacto con una compañera del Cuerpo y se entregó una hora después, cuando ya estaba siendo buscado por estos hechos.

DISPAROS AL SUELO

Durante el juicio, el autor material de los disparos, el agente Alberto M.M, explicó que esa noche había salido de trabajar portando su arma reglamentaria, al carecer el cuartel de Tudela de armero, y que fue a la salida de la Factory donde él y Héctor M.G, que le acompañaba, fueron pegados por un grupo de jóvenes, tras lo cual ambos fueron al cuartel con el único propósito de recoger ropa puesto que su primo tenía rota la camiseta.

Justificó su regreso a Laguna de Duero en su propósito de presentar denuncia por los hechos, trayecto en el que volvieron a cruzarse con un grupo que se tiró hacia ellos profiriendo todo tipo de insultos y en actitud amenazante. «Pensé que si sacaba el arma se asustarían y podríamos irnos», explicó en el juicio el agente, quien reconoció que al final tuvo que disparar, pero siempre apuntando hacia el suelo, ya que uno de sus oponentes persistió en su intención de agredirles.

Un capitán de la Guardia Civil experto en balística, que intervino en calidad de perito de la defensa, corroboró la versión del acusado al mantener que los cinco disparos que éste realizó contra la víctima fueron dirigidos al suelo.

En este sentido, el perito, recordó, basado en su experiencia, que cuando se utiliza un arma, en este caso una pistola semiautomática marca Beretta con cargador para quince cartuchos, ésta tiende a «cabecear», de forma que si se efectúan disparos en una secuencia muy rápida lo normal es que los proyectiles adquieran una trayectoria ascendente, circunstancia que, en su opinión, fue lo que ocurrió la noche de autos.

«Sólo un tirador muy experto sería capaz de iniciar la secuencia desde arriba y concluirla de forma descendente», insistió el experto, quien, como credenciales, citó los más de 10.000 disparos efectuados a lo largo de su vida como instructor de tiro.

Así, el declarante, que inspeccionó el escenario de los hechos meses después, hizo una reconstrucción de lo ocurrido y aseguró que el agente acusado inició la secuencia de disparos apuntando al suelo, de forma el que primero de los proyectiles, el más bajo en su trayectoria, fue el que impactó en el suelo y quedó alojado de rebote en la trasera de un Citroën Saxo, el segundo alcanzó a un árbol y los otros tres en un pivote metálico, dos de los cuales, también de rebote, se incrustaron en el cristal de una oficina de Caja Laboral y en una tienda de informática.

El experto, no obstante, reconoció no ser capaz de determinar cuáles de los disparos posteriores al inicial fueron los que impactaron en el cuerpo del herido.

HERIDA LETAL DE NO SER INTERVENIDO

Si bien el testimonio del perito fue claramente a favor de los intereses de la defensa, no ocurrió lo mismo con los forenses judiciales, que coincidieron al señalar que de las dos heridas por arma de fuego, ambas con orificio de entrada y salida, recibidas por la víctima, una a la altura del abdomen que afectó a la zona renal izquierda y perforó el intestino delgado–se le tuvieron que cortar 8 centímetros–y la otra que le alcanzó en el muslo derecho, la primera de ellas «habría ocasionado su fallecimiento de no haber sido intervenido de urgencia, bien por la hemorragia profusa que sufrió o por una peritonitis».

Los forenses, sin embargo, descartaron que el lesionado padeciera un síndrome de estres postraumático achacable al duro episodio vivido y, en este sentido, lo atribuyeron a las circunstancias personales previas por las que atravesaba la víctima, ya que se encontraba sin trabajo desde hacía tiempo, debía dinero porque se había comprado una moto y un coche y tenía problemas afectivos con su novia y su familia, además de contar con antecedentes por consumo de tóxicos.

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