Puestos a elegir entre bancos y ciudadanos, servidor de ustedes con los segundos. Ya sé que esto encarecerá las hipotecas de los que vengan o incluso de los que estamos pillados por unos inmuebles que no valen lo que los tasadores impuestos por la caja o el banco dijeron que valían.–SIGA LEYENDO EN LA GACETA—
Estoy, cómo no, conmovido por esa pareja de jubilados que agarrotados por sus deudas, con un futuro imposible, decidieron poner fin a sus vidas, mediante una ingesta brutal de medicamentos, porque no podían soportar que les sacaran de su casa.
Eran personas de más de 67 años, compatriotas de Calvià (Mallorca), jubilados que no merecían ese final. Esta la razón mayor por la que defiendo actuar ya desde la política para poner una red que impida determinados desahucios. Lo de Calvià es lo que hace que lo demás no importe. Que vaya por delante. Lo demás, ya veremos cómo somos capaces de encajarlo socialmente.
Desde luego, el suicido para finiquitar la zozobra; eso no es encajable ni en esta ni en cualquier otra sociedad. La dación en pago, ese mecanismo que finiquita la deuda con la entrega del inmueble y que existe en Inglaterra o Estados Unidos, es una exigencia en un país que lleva cuatro reformas para salvar a los bancos.
Dos de Zapatero, y otras dos de Rajoy. Hay que recordar que es obligación del gobernante facilitar el bienestar del gobernado. Se me ocurren muchas razones, entre ellas tomen nota de dos: basta de bancos aprovechateguis que viven de los bonos del Estado y que no financian la economía; la segunda: no nos importa un pepino el cierre de determinadas cajas de ahorros que lo hicieron mal.
Hay que salvar a los soldados Ryan que están atrapados muriendo en las playas bajo el fuego enemigo. Si no hacemos eso, un día no podremos mirarnos al espejo. Nos pasará como a Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el anterior gobernador del Banco de España.