Rubalcaba es un tipo listo que se ha equivocado mucho
«Rubalcaba es un tipo listo que se ha equivocado mucho». La afirmación, hecha el día de San José tras la reunión de los diputados socialistas para preparar el Pleno semanal, corresponde a uno de los reunidos. Y es motivo de algunas reflexiones:
Una de ellas, la menos importante, corresponde al grado de preocupación general, electos socialistas incluidos, por la realidad de un hombre al que sus compañeros de partido le encargaron la misión de propiciar la continuidad de la organización socialista tras el desastroso «efecto Zetapé».
Más consistente es la que se ocupa del estado actual del PSOE que él dirige, un partido sumido en una crisis profunda que, también en boca de un socialista destacado, «amenaza con dar al traste con las ilusiones históricas de muchos» y, de paso, resquebraja la solidez de una formación que ha sido importante para conseguir la estabilidad que hemos disfrutado hasta ahora.
Y, concatenada con la anterior, la más importante: la que corresponde al estudio de una realidad política nacional asentada en un bipartidismo que, aunque con algunos claroscuros, ha resultado útil.
Desde estas perspectivas, el deterioro que se observa en la organización socialista significa la aparición de un inquietante periodo de inestabilidad política que en la realidad nacional provocará, además de la fuga de las ilusiones socialistas, un corrimiento del electorado hacia unas posiciones no bien definidas y a favor de unas agrupaciones políticas que producen serias inquietudes: La formación UPyD, que lidera Rosa Díez sin una militancia consistente y con unas bases ideológicas confusas. E Izquierda Unida que, con Cayo Lara al frente, flota en una nebulosa de lemas e ideas utópicas, mitad rancias mitad modernas, sin mucha conexión con la solución de los problemas que existen.
Por ello, y a la espera de la apetecida y aún no atisbada «recuperación socialista», parece oportuno ocuparse de los errores cometidos por «el tipo listo» que, además de conducirle al ocaso de su larga andadura política, han producido el actual estado. Y, más que de los errores en sí, quizá convenga detenerse en analizar los motivos que los han originado.
Parece que el principal motivo de esos errores deba buscarse en uno muy concreto y no confeso: El miedo, esa emoción primaria que se deriva de la aversión al riesgo y que en el caso de Rubalcaba parece tener varias vertientes, nombres diversos y ser de distintas clases: Miedo al recuerdo de un pretérito reciente, aprensión frente a las «bolsas enquistadas de poder», recelo con las «baronías consolidadas» y «los focos de poder emergentes», duda ante la toma de decisiones arriesgadas, e incluso turbación grave frente a la historia de la entidad, los 100 años de honradez, y el poder mismo, usado y gastado hasta agotarlo.
Tampoco parece ocioso detenerse en las consecuencias inmediatas que ese miedo ha producido y en los dos tipos de perjuicios detectados que se pueden concretar en:
– Las personas elegidas para la gestión, que, tras los primeros momentos, provocaron el descontento e hicieron que aflorara una duda que se pronunciaba antaño sotto voce y que con el tiempo ha tomado consistencia: ¿Es que lo mejor que puede ofrecer el PSOE son las niñas de Rubalcaba (Elena Valenciano y Soraya Rodríguez) sin otra consistencia que un conjunto de voces sin ideas y con fragancias rancias que ya no pueden ocultar la falta de un proyecto de futuro que no se ha formulado?
– Y las equivocaciones sucesivas en asuntos y momentos claves que han convertido el ejercicio de «leal oposición» en algo huero donde sobresalen, como disparates, un conjunto de episodios a cual más aciago: Sucesivas peticiones de dimisiones sin cuento (del Presidente del Gobierno y no pocos ministros).
La confusión creada en torno al concepto de «Unidad nacional» fragmentada en unas federaciones no definidas que, por miedo a las posibles secesiones, intentan la armonía medrosa con los llamados «socialismos regionalistas».
Y la falta de prioridades que animan la acción política del grupo que, como casi todo, ha de soportar los dos «gravísimos sucesos» que, ya muy detectados y comprobados, alteran el ánimo de Rubalcaba a la hora de decidir: Las editoriales críticas del diario El País y las petulancias pseudo progres de algunos grupos que se llaman feministas.
Pero aunque los errores pasados son importantes, los deslices de Rubalcaba amenazan con no agotarse ahí.
Por entre las huestes socialistas ya está apareciendo el fundado temor, que es algo más que una sospecha, de que el error final de Rubalcaba sea una nominación digitalina equivocada aderezada por unos miedos, o temores a lo desconocido y conocido, que propicien la continuidad de la organización socialista teniendo como cabeza visible a Patxi López, un vasco que finiquitó los haberes ideológicos socialistas en el País Vasco, dejó arrasado el panorama electoral y que, también en boca de un socialista responsable, «sería mejor, para él, para los socialistas y para todos los españoles, que empleara su tiempo en terminar una carrera que dejó a algo menos que a medias, en vez de aterrizar en Madrid y empezar a enredarlo todo».
Por el bien de todos, es posible, y deseable, que los miedos de Rubalcaba puedan ser atemperados, o al menos controlados, y que en el futuro del PSOE alguien preparado y capaz, con las ideas claras, sin ataduras medrosas y sin miedo sepa incluir algunas dosis de esperanza.
Como ejemplo inmediato para la sustitución de un Rubalcaba exhausto, recordaba un socialista hace unas horas, está la Iglesia Católica, que en cuestión de unos días sustituyó a un pontífice por otro y llenó de energía e ilusiones a una confesión con más de mil doscientos millones de fieles.
Los socialistas españoles son muchos menos y no cuentan con la ayuda que, dicen los creyentes, representa el Espíritu Santo. Pero quizás les valgan algunos de los principios que, dicen, ayudaron en la sustitución de la cabeza visible de la Iglesia: Un proyecto de futuro con unas ideas claras para realizarlo, la persona adecuada y la ausencia de miedo para llevarlo a cabo.
Sin embargo y ajenos a los ejemplos, la pregunta del momento entre los socialistas, que son parte del todo nacional, es obvia; y lleva adherida una preocupación que no es sólo suya:
¿Es posible evitar el último error de Rubalcaba?
José Luis Heras Celemín es corresponsal de PD en el Congreso de Diputados.