Una semana después del accidente todavía permanecen 54 heridos ingresados, de los que nueve están en estado crítico
Las cajas negras del tren Alvia accidentado en Santiago de Compostela han revelado que, mientras el maquinista Francisco José Garzón Amo hablaba con el interventor Antonio Martín Marugán por teléfono hasta 11 segundos antes de descarrilar a 179 kilómetros por hora, sonó un aviso acústico.
Son algunos de los datos del informe de la Policía Científica sobre las cajas negras que ha hecho públicos este viernes 2 agosto 2013 el Tribunal Superior de Justicia de Galicia en una nota.
Este primer aviso acústico que sonó un minuto y 14 segundos antes del descarrilamiento corresponde a una señal avanzada (E,7-vía libre) que indica la proximidad de la curva limitada a 80 kilómetros por hora en la que tuvo lugar el accidente, según Renfe.
El interventor llamó al maquinista a las 20:39:06, justo dos minutos antes del accidente, a su móvil corporativo, que se extravió en el siniestro. El maquinista respondió nueve segundos después, a las 20:39:15.
En ese momento el tren circulaba a 199 kilómetros por hora, dentro del límite permitido y normal en el tramo del recorrido en el que se encontraba. El diálogo se prolonga un minuto y cuarenta segundos.
TRES SEÑALES ACÚSTICAS
Tres señales acústicas que anuncian zonas de velocidad limitada sonaron los dos minutos previos al accidente en la cabina del conductor del tren que descarriló en España, en el que murieron 79 personas.
El análisis policial de las «cajas negras» del tren hizo una minuciosa reconstrucción de los momentos previos a la tragedia del 24 de julio en Santiago de Compostela y reveló que el impacto del tren se produjo a 179 kilómetros por hora, más del doble de la velocidad permitida en el tramo del siniestro, y no a 153 como se dijo en un primer momento.
Según el primer relato oficial de lo sucedido, el maquinista circulaba a 199 kilómetros por hora, velocidad habitual y permitida en ese tipo de trenes, cuando se aproximaba a la estación gallega de Santiago, al noroeste del país. Dos minutos antes del descarrilamiento, recibió la llamada del interventor de la compañía Renfe que viajaba en el mismo tren, concretamente en el vagón número tres. Unos 30 segundos después de iniciar la conversación, una baliza mandó a la cabina del conductor la primera señal acústica, que alerta la proximidad de una curva pronunciada de velocidad reducida a 80 kilómetros por hora.
Pero el maquinista Francisco José Garzón, único imputado hasta la fecha en la investigación judicial, mantuvo la velocidad en 199 kilómetros por hora. El diálogo con el interventor se prolongó durante 1 minuto y 40 segundos y finalizó 11 segundos antes del accidente.
A 1,4 kilómetro de la curva del descarrilamiento, otro aviso acústico en cabina indicó que se aproximaba a un tramo limitado a 80 kilómetros por hora, pero el tren circulaba a 195. Cuatro segundos después, advirtiendo probablemente que no iba a pasar la curva, Garzón activó el freno de emergencia. Pero ya era demasiado tarde.
El convoy siniestrado, modelo Alvia, dispone de un sistema de seguridad que frena automáticamente la máquina en caso de que haya otro tren en la vía. Pero a diferencia de otros modelos más avanzados de alta velocidad, la reducción y el cumplimiento de los límites depende exclusivamente del maquinista, que dispone de un libro de ruta con las velocidades legales tramo a tramo que las señales acústicas le ayudan a recordar.
A menos de 250 metros del punto de impacto, sonó otra señal de limitación de velocidad. Finalmente, el tren descarriló a 179 kilómetros por hora. Cuando los vagones habían empezado a salirse de la vía, el maquinista hizo uso de otro freno y la velocidad cayó a los 153 kilómetros por hora.
En su declaración ante el juez, Garzón, que cubría ese trayecto habitualmente, no pudo explicar cómo no redujo la velocidad al llegar a ese punto.
Sobre la posibilidad de que la llamada telefónica del interventor despistara al maquinista, el juez estimó que la comunicación fue inadecuada pero que el accidente del tren «parece tener su causa, sin dudas, en la inapropiada e imprevisible conducción del maquinista».
Garzón se encuentra en libertad provisional imputado de múltiples delitos de homicidio por imprudencia.
Cuando ha pasado más de una semana de lo ocurrido, todavía permanecen 54 heridos ingresados en distintos hospitales de los que nueve están en estado crítico, según el último parte del gobierno de Galicia.