El nacionalismo quiere presentarse como una víctima falsa y por tanto las víctimas reales le molestan
Iñaki Ezkerra, escritor y periodista, ha dirigido desde el martes 14 hasta el miércoles 15 de julio de 2015 el curso organizado por la Universidad Internacional Ménendez Pelayo que lleva por nombre: ‘Las víctimas del terrorismo y la memoria colectiva’. Se ha celebrado en el Palacio de la Magdalena en Santander y en él ha recordado su ya artículo en ABC sobre el ‘negacionismo’.
Iñaki Ezkerra ha explicado lo que supone la estrategia del nacionalismo queriéndose presentar como víctima, razón por la cual le molestan las que son las víctimas reales porque delatan su impostura. Refiriéndose a las declaraciones de Pablo Iglesias respecto al dolor de los presos etarras, Ezkerra afirma que estamos ante una forma de ‘negacionismo’ que consiste en negar el dolor real de la víctima ignorándola y poniendo en su lugar el falso dolor del terrorista. También apunta Ezkerra la relación del entorno de ETA con Podemos: «El mundo de ETA se está acercando a Podemos porque espera beneficiarse de ellos y un tratamiento mucho más «benigno» que el que recibe del actual Gobierno.
Podemos ha comentado que ETA tiene una «explicación política» y está ayudando a que Bildu tenga más poder en muchas de los Ayuntamientos. Ante esto, Iñaki Ezkerra explica qué se puede hacer y qué explicación tiene el por qué no le pasan factura al partido de Pablo Iglesias sus declaraciones:
En España hay que estar haciendo constantemente pedagogía democrática y aclarando cosas que creíamos que ya estaban clara y superadas. Ahora hay que volver a repetir esa tarea de pedagogía elemental y democrática como si fueran nuevos los pasos que se habían dado en la época del Movimiento Cívico. De repente escuchamos que «ETA tiene una explicación política» como si eso le eximiera de sus crímenes cuando es la naturaleza política la que hacen a ETA más abominable. La política no sirve para justificar el asesinato. Que pienses que, para obtener un objetivo, puedes eliminar al adversario no indica más que una deficiencia básica, un desconocimiento del Catón de la ideología democrática.
Destaca la importancia de lo ideológico:
Podemos tiene una ideología totalitaria y no se le exigen cuentas sobre ella. Los actuales herederos del Partido Comunista de la Transición se han olvidado del esfuerzo que hizo éste por integrarse en la democracia. Como se han olvidado de la autocrítica que hizo éste cuando cayó el tras la caída del Muro de Berlín y se vio lo que había tras el Telón de Acero. Hubo partidos comunistas en Europa que incluso cambaron el nombre al comprobar el fraude que había supuesto la Unión Soviética. Ahora aquella autocrítica se ha olvidado. Creen que no tienen que rendir cuentas y creen que es reivindicable su pasado.
Resalta uno de los vacíos del presente:
Por desgracia hoy sólo hacen ideología los peores; no se hace ideología democrática y hay que empezar por ella. No hay planteamientos ideológicos desde el mundo democrático y nadie los demanda.
¿El Gobierno ha hecho todo lo posible para que las víctimas no queden en el olvido y sigan siendo escuchadas o las ha ignorado?:
Ha sido un gobierno que no ha querido entrar en el terreno ideológico, lo cual ha tenido una parte de alivio porque en ese aspecto ha sido la antítesis del ‘zapaterismo’, que fue un empacho de ideología. Yo creo que habría sido deseable un término medio. Y además ha mostrado una frialdad no sólo en el caso de las víctimas sino también en el terreno económico a la hora de pedir esfuerzos a la ciudadanía. No ha habido una empatía con los que pagaban el precio de la crisis.
La lucha antiterrorista y la gestión del Ministerio del Interior creo, honestamente, que ha sido uno de los logros de esta legislatura. ETA no ha vuelto a asesinar y no se les ha dado nada a cambio. Tanto es así que el mundo de ETA se está acercando a Podemos esperando beneficiarse de ellos y recibir un tratamiento mucho más «benigno».
Ezkerra habla del término ‘negacionismo’:
La expresión «el relato sobre ETA» o «la falsificación de la narrativa de lo que ha ocurrido» no deja de ser en el fondo una metáfora por la que ascendemos a los más burros a la categoría de narradores.
Creo que hay que ir no a la metáfora ni al eufemismo sino al concepto, al «negacionismo», que tiene un trasfondo penal y que nos hace reparar las diferentes formas de negar la tragedia producida por ETA. Igual desde ese mundo no se niega que ha habido asesinatos pero se justifica. Se niega la responsabilidad penal y moral de los asesinatos como se niega el dolor de las víctimas.
En un medio de comunicación alguien decía hace poco que «A Irene Villa no le importan las bromas de Zapata». Pero una cosa es la grandeza de corazón de Irene Villa y otra que Zapata con eses chistes atroces nos está hiriendo a todos. La actitud de Irene Villa es de una gran dignidad y creo que puede interpretarse como «no ofende quien quiere sino quien puede». Lo que pasa es no se puede usar la generosidad de la víctima, que es una cuestión privada, para exculpar la responsabilidad política, moral y penal. Esa actitud es la misma del nacionalismo vasco cuando usaba el perdón de la víctima del terrorismo para pretender que éste tuviera una traducción penal en la absolución judicial o en la anulación de su condena.
Ezkerra no hace diferencia entre la negación de las víctimas del nazismo y las del terrorismo:
En lo esencial, en lo que ambos tiene de negación de la víctima son casos homologables. Es la misma monstruosidad y debe ser contemplada como un mismo delito.
Matiza sobre el posible olvido de la sociedad:
El olvido no es nuevo. La sociedad vasca y la española en general se acostumbraron a olvidarse de los atentados el mismo día en que sucedían y como un mecanismo de defensa. En cierto modo, es hoy cuando la sociedad puede mirar de frente a aquel horror, ahora que ha pasado. El hecho de que ETA lleve cinco años sin asesinar puede contribuir a fomentar el olvido, pero también lo contrario: el recuerdo objetivo de aquellos años. Y algo de eso creo que está sucediendo. Creo que todo el trabajo que se hizo desde el Movimiento Cívico no fue en balde y que hoy se recuerda aquella realidad trágica mucho más de lo que parece. Lo he comprobado hace unos días con una entrevista en la que simplemente dije que «intentar maquillar el pasado de sangre de ETA era negacionismo». La reacción que tuvo esa frase en las redes sociales me dejó realmente sorprendido. Eso significa que en España hay una sociedad que es sensible al recuerdo de las víctimas y a sus demandas y que tenemos que hacer que públicamente tenga presencia. Entre otras cosas porque es la mejor defensa contra el negacionismo.
¿Puede llegar a triunfar la versión de ETA?:
No creo que triunfe la mentira de ETA pero sí puede ocurrir que la verdad no resplandezca como debe. Lo que puede pasar es que decir la verdad sea conflictivo. La actitud de callarse frente a la versión de los asesinos es la que hay que criticar y para ello denunciar las relativizaciones, no dejar impunes las exculpaciones o las estrategias que intentan restar gravedad a la historia de sangre de ETA.
Señalaba la mayor tontería que se ha dicho en ese ‘relato’:
Hablar de la tragedia de los presos de ETA como lo ha hecho Pablo Iglesias me parece una tontería solemne. ¿Por qué molestan al mundo del nacionalismo las víctimas? Porque ellos quieren ser las víctimas. Porque el propio nacionalismo se quiere hacer ver como la víctima.El nacionalismo en su conjunto es una falsa víctima y por tanto le molestan las víctimas reales.
Para Sabino Arana, el exterminio del pueblo vasco que denunciaba consistía en que un hombre de Sevilla se casara con una mujer de Munguía. Su pretendida condición de víctima era en realidad la de un racista. Al partido nacionalista se le tenía que haber obligado a renunciar al referente sabiniano. No se ha hecho para no incomodarlo. Y ahora es ese partido el que se permite llamar racista a Javier Maroto, el ex alcalde de Vitoria, por denunciar el fraude en las ayudas a la inmigración. Ése es el pago a esa clase de generosidades.
Los medios pueden denunciar los rasgos totalitarios de los partidos pero de una forma diferente a cómo lo hacen hoy en día:
En esta época de ausencia de ideología es importante no quedarse en el cotilleo, en el amarillismo, en el morbo sino ir a las ideas, a los principios.
Cuando se denuncian esos ramalazos totalitarios se va a la ‘salsa rosa’ y a la persona que lo ha dicho. Lo importante es la barbaridad que se dice, la ofensa que se perpetra, el delito que se comete. Si no vamos al concepto y a la lógica sino a la anécdota nos encontramos con paradojas disparatadas como «el racismo antirracista» del nacionalismo catalán, que llega a acoger a ciudadanos magrebíes en Cataluña en vez de a latinoamericanos para poder luchar contra la lengua española. Son paradojas de la postmodernidad en esa fiesta de disfraces a la que asistimos. Pero aunque esos totalitarismos no tengan la dimensión de las grandes máquinas de matar del siglo XX como el nazismo son metástasis de aquéllas que enrarecen la convivencia y violentan la vida democrática.