"El nacionalismo catalán ha integrado en su disco duro el software político que sostenía el terrorismo etarr
El caso de Natividad -Jaione en vasco- Jáuregui destapado por El Mundo ha dejado como una piedra en los ámbitos de víctimas de ETA.
La etarra, cuyo alias era Pepona, vive tranquilamente en Gante sin haber pagado por uno sólo de sus crímenes.
En la ciudad belga se ha labrado un nombre como cocinera y no duda en posar bajo el pseudónimo de María Sukalde en Facebook pegándose una mariscada o defendiendo en Change el fin de la «masacre» de los delfines («Entre el ‘Faisán’ y la pintada, vamos cogiendo el aire a la volatería etarra, en que los jueces son los ‘gourmands'»).
Eso lo hace una antigua integrante del Comando Vizcaya que no tuvo el menor problema en disparar a la nuca del teniente coronel Ramón Romeo cuando acababa de oír misa en la basílica bilbaína de Begoña el 19 de marzo de 1981.
A Pepona se le atribuye, además, la participación en otros cinco asesinatos como miembro de dicho comando («El nacionalismo catalán ha integrado en su disco duro el software político que sostenía el terrorismo etarra»).
En dos ocasiones la Justicia española ha estado a punto de conseguir su extradición pero en ambas ha fallado.
La primera, en México, por un error propio, ya que sí echó el guante a su compañero y socio, el etarra José Antonio Borde, y la segunda fue vetada por la Justicia belga en una respuesta delirante que compró todos los mitos de la propaganda abertzale.
La contestación pasó por señalar que Pepona estaba integrada en la vida belga y que corría el riesgo de ser torturada si era enviada a España. Por si fuera poco, calificaba a ETA como un «movimiento de resistencia armada», entre otras lindezas.