Lo que resulta de un entreguismo insoportable es morir creyendo que nos lo merecíamos
Hay que joderse, como dicen en Galicia. Eso parecen decir algunos columnistas este 28 de marzo 2016 en relación a una izquierda tántrica con el terrorismo. Una izquierda tuerta, sectaria, «ignorante, de un fanatismo hemipléjico, que cree que el fundamentalismo islámico es la nueva expresión, planetaria y radical, de la lucha de clases», como señala Ignacio Camacho en ABC.
Por eso esta clase de izquierda, o de extrema izquierda, es la más estúpida de Europa. Porque en su rencor antisistema tiende a empatizar con los enemigos de la civilización de la que forma parte. Porque en su cerrazón resentida no comprende que ella también es el objetivo de un proyecto de destrucción global que la incluye.
El articulista de ABC tira la toalla y no tiene esperanza de que vayamos a ganar esta guerra. «La podemos perder por desidia, por ineptitud, por pusilanimidad, por timidez. La Historia está llena de casos así, de civilizaciones superiores que declinan dormidas en su confortable ensimismamiento. Puede ocurrir. Pero al menos debemos saber que llevamos razón. Lo que resulta de un entreguismo insoportable es morir creyendo que nos lo merecíamos».
Y es que cuando ve que los postulados de ETA sobre la Transición -donde la definen como «una reforma tramposa»- coinciden con los de Podemos y sus 69 diputados en las Cortes. Esa fue la tesis de ETA que Pablo Iglesias aplaudió en una herriko taberna.
BRUSELAS SE SACUDE EL PÁNICO
Mientras tanto, la Policía belga ha llevado a cabo más de una decena de operaciones en varios barrios de Bruselas con fuerte implantación de población musulmana, tratando de desentrañar el enredo de lazos y conexiones entre los grupos yihadistas que cometieron los atentados del pasado martes.
Los expertos revelan cada vez con más claridad la idea de que los atentados contra el aeropuerto de Zaventem y el metro de Bruselas fueron una escalada previsible después de la detención de Salah Abdeslam y temen que por cada paso que den ahora, se desencadenen nuevos ataques por parte de lo que se va configurando como el núcleo del comando europeo de Daesh.
La pregunta que se hace John Carlin en El País no puede ser más inocente: «¿Cómo fue que dos hermanos belgas, criados en una familia conservadora musulmana, acabaron convirtiéndose primero en delincuentes que atracaban bancos y coches y, segundo, en fanáticos religiosos (si esa es la correcta definición) dispuestos a morir y matar indiscriminadamente en el aeropuerto o el metro de Bruselas? ¿Qué procesos mentales condujeron el viernes pasado a un musulmán de 32 años a apuñalar a muerte en Glasgow a otro musulmán de 40 que había escrito un mensaje en Facebook deseando una feliz Semana Santa a sus amigos cristianos?»
Si la mayoría de los devotos del Profeta que crecen en Europa actuaran con la misma frialdad asesina, con la misma aparente certeza de que matar por la fe es un billete al paraíso, sería más plausible el intento de dar con una explicación definitiva, pero como se trata de una grotesca e inescrutable minoría no hay manera de saber.
Como el cáncer o los derrames cerebrales, los terroristas del ISIS son -igual que sus primos de Boko Haram en Nigeria o la somalí Al Shabab- una plaga enigmática de la naturaleza que impacta en unos sí y otros no. La variante es la suerte. Puede que me toque a mí mañana en un aeropuerto o, un temor latente que intento calmar, a mi hijo que viaja todos los días en el metro al colegio. Cuando te toca, te toca.
Lo dicho, hay que joderse.
¿Qué debemos hacer? El analista francés Nicolas Beverez propone en El País crear en cada país un Estado Mayor a cargo de la lucha antiislamista que coordine los servicios de inteligencia, policía, justicia y ejército. Recuperar el control de las fronteras exteriores reforzando las fuerzas nacionales con un cuerpo de guardacostas y de guardafronteras (Frontex tiene una dotación de 145 millones de euros, frente a los 32.000 millones de dólares del Homeland Department estadounidense).
Asegurar el espacio Schengen activando los intercambios de datos, ahora limitados a los que transitan por Estados Unidos. Poner fin a la acogida anárquica de refugiados, infiltrados de yihadistas, creando un comisariado europeo, unificando el derecho de asilo, expulsando a los candidatos no registrados. Poner en marcha una política de codesarrollo en el norte de África, especialmente con Túnez. Rearmarse con arreglo a la norma OTAN, que prevé destinar un mínimo del 2% del PIB a defensa. Lanzar un empréstito para financiar la restauración de la seguridad del continente.