Estos dirigentes del PSOE no saben, con contadas excepciones, ni lo que es España ni lo que es la dignidad o la vergüenza. Y cuando son ya del PSC, suelen estar más perdidos que una gallina en un baile (Inés Arrimadas vapulea al ministro de Sánchez que va por Europa al más puro estilo Romeva: «Torra estará encantado con Sánchez y los suyos»).
Un clamoroso ejemplo es la veterana Teresa Cunillera (El xenófobo Torra le mea encima y Pedro Sánchez insiste en que sólo llueve).
La delegada del Gobierno Sánchez en Cataluña se ha mostrado partidaria del indulto a los golpistas presos en caso de condena.
«Si se pide el indulto, yo soy partidaria. Pero lo tienen que pedir».
«Para conceder el indulto tiene que haber una sentencia firme y tiene que haber una petición igual de firme del que acepta la sentencia».
Eso suelta por la boca Cunillera en una entrevista en el El Suplement de Catalunya Ràdio.
Ha manifestado la socialista que no se deberá aplicar de nuevo el artículo 155 de la Constitución para intervenir la autonomía, ya que tiene «la convicción» de que la Generalitat respetará en todo momento la ley.
«El 155 responde a un quebrantamiento de la ley. Y entonces usted me dice ¿Usted cree que volverá a pasar? Estoy segura de que no, estoy segura de que el Govern no tiene en su horizonte inmediato ni a medio plazo quebrantar la ley».
En una entrevista de Europa Press, defiende Cunillera que este artículo se activara en su momento y argumenta que no se aplicó por decisión de un Gobierno central –en aquel momento del PP– ni de una cámara legislativa, sino porque «se quebró la ley, y la Constitución tiene sus mecanismos para dar solución a momentos graves».
Sobre las proclamas independentistas que lanza el presidente Quim Torra, ella interpreta que la Generalitat pretende «apretar para sacar más rendimiento de sus posiciones y poder avanzar en su propuesta», pero avisa de que el Gobierno central hará otro tanto para defender sus propias tesis.
Cunillera diagnostica que el Govern está apostando por «dos realidades que van paralelas»: la retórica independentista pero, por otro lado, la voluntad de negociar, y asegura que ella misma ha mantenido varios encuentros fructíferos con los consellers.
«Efectivamente escucho esto –las proclamas soberanistas de Torra–, pero me quedo con que, en paralelo, estoy hablando con un conseller para solventar, solucionar y buscar alguna vía de diálogo y entendimiento para temas concretos».
Ante las presiones de PP y Cs al presidente Pedro Sánchez para que vuelva a aplicar el 155, interpreta que lo hacen para volver a una dinámica de confrontación que les interesa:
«Nos lo tenemos que tomar como un síntoma de añoranza. Lo echan de menos. La confrontación le gustaba, era fácil, se sentían cómodos».
Y con una cara que espanta, para agradar los oídos de los separatistas dice que «Cs nace y florece de la confrontación, y tiene un resultado electoral admirable desde el punto de vista de los votos», y asegura que el escenario ha cambiado con Sánchez.
«Esto está superado. En estos momentos las dos administraciones –creo que más la nuestra, pero da igual– hemos hecho una apuesta por buscar vías de encuentro más que de confrontación, y, claro, aquel que ha hecho de la confrontación su razón de ser está descolocado».
También confía en que los actos que tiene previstos el independentismo para recordar el primer aniversario del 1-O y del 27-O no afectarán al diálogo de Estado-Generalitat, porque serán «más la conmemoración de un recuerdo que una reivindicación nueva«.
Sobre la reunión en la Generalitat entre Torra y Sánchez prevista para este otoño, la delegada considera «evidente que será sustancialmente diferente y, sobre todo, mucho más rica» que la primera de julio, porque esta vez ya hay un bagaje.
«¿Cuántas reuniones ya ha habido entre ministros y consellers? Por lo tanto, ya empezamos a tener encima de la mesa dosieres llenos de documentos, llenos de propuestas y llenos de acuerdos. Este es el camino».
Teresa Cunillera prevé realizar un acto para hacer un balance de sus primeros cien días en la Delegación:
«En el pasado se llamaba ‘periodo de gracia’. Ahora nadie tiene ni un día de gracia».
