Casi todas tienen televisión en sus celdas, y están bien enteradas del trágico suceso. Ana Julia lo tiene mal, y el celo de los funcionarios para garantizar la seguridad de la asesina del pequeño Gabriel pende de un hilo, toda vez que la almeriense cárcel de El Acebuche donde va a ser ingresada, -una de las más peligrosas de toda España-, tiene carencias en ese sentido, tal y como denunció recientemente UGT Almería. (Con esta rabia intentan dar de hostias a la asesina del pequeño Gabriel: «¡Hija de puta!»).
Un cordón policial impide a unas 50 personas, que se manifiestan gritando «asesina» y «cadena perpetua», acercarse a la Ciudad de la Justicia de #Almería, donde Ana Julia Quezada comenzará a declarar en brevehttps://t.co/kIclAkrhlH pic.twitter.com/M9OzMmMVeY
— La Voz de Almería (@lavozdealmeria) 14 de marzo de 2018
Así, se denunciaba en 2017 que
«no se puede garantizar la correcta prestación del servicio ni la seguridad de empleados públicos e internos debido a un déficit de plantilla de más de 30 vacantes. En los últimos años, como consecuencia de esta falta de personal y el elevado número de internos con patologías psiquiátricas que cumplen condena en prisión, se están produciendo agresiones a trabajadores».
Muchas de las presas, en su mayoría de etnia gitana, están al quite para «vengarse personalmente». Y es que para ellas «los niños son sagrados». Así lo asegura un funcionario del centro, según recoge ‘Caso Aislado‘. (La ‘carta de un pececito’ que ha hecho sonreír a la madre de Gabriel y que hunde a las pirañas de turno).
«Muchas reclusas quieren vengarse y esperan poder encontrarse con Ana Julia en la cárcel».
Ana Julia Quezada ha explicado en su declaración que vio a Gabriel jugando con un hacha, siendo ese el instante en que tras una discusión, habría perdido los nervios:
«Él me dijo: tú no eres mi madre, tú no me mandas y además no te quiero volver a ver nunca. Así que nos peleamos por el hacha, se la quité y al final, con la rabia, acabe asfixiándole, tapándole la nariz y la boca».
Tras matarlo, Ana Julia accedió al interior de la vivienda, se fumó un cigarro y enterró a Gabriel
«para no hacer daño a Ángel. Cogí una pala y lo enterré Así él no sabría nunca lo que habría pasado».