Está repleta de mujeres de etnia gitana, para quienes los niños son sagrados

La terrible venganza que preparan contra Ana Julia las cabreadas presas de El Acebuche

"No se puede garantizar la correcta prestación del servicio ni la seguridad de empleados públicos e internos, debido a un déficit de plantilla"

La terrible venganza que preparan contra Ana Julia las cabreadas presas de El Acebuche
Ana Julia Quezada TW

Casi todas tienen televisión en sus celdas, y están bien enteradas del trágico suceso. Ana Julia lo tiene mal, y el celo de los funcionarios para garantizar la seguridad de la asesina del pequeño Gabriel pende de un hilo, toda vez que la almeriense cárcel de El Acebuche donde va a ser ingresada, -una de las más peligrosas de toda España-, tiene carencias en ese sentido, tal y como denunció recientemente UGT Almería. (Con esta rabia intentan dar de hostias a la asesina del pequeño Gabriel: «¡Hija de puta!»).

Así, se denunciaba en 2017 que

«no se puede garantizar la correcta prestación del servicio ni la seguridad de empleados públicos e internos debido a un déficit de plantilla de más de 30 vacantes. En los últimos años, como consecuencia de esta falta de personal y el elevado número de internos con patologías psiquiátricas que cumplen condena en prisión, se están produciendo agresiones a trabajadores».

Muchas de las presas, en su mayoría de etnia gitana, están al quite para «vengarse personalmente». Y es que para ellas «los niños son sagrados». Así lo asegura un funcionario del centro, según recoge ‘Caso Aislado‘. (La ‘carta de un pececito’ que ha hecho sonreír a la madre de Gabriel y que hunde a las pirañas de turno).

«Muchas reclusas quieren vengarse y esperan poder encontrarse con Ana Julia en la cárcel».

Ana Julia Quezada ha explicado en su declaración que vio a Gabriel jugando con un hacha, siendo ese el instante en que tras una discusión, habría perdido los nervios:

«Él me dijo: tú no eres mi madre, tú no me mandas y además no te quiero volver a ver nunca. Así que nos peleamos por el hacha, se la quité y al final, con la rabia, acabe asfixiándole, tapándole la nariz y la boca».

Tras matarlo, Ana Julia accedió al interior de la vivienda, se fumó un cigarro y enterró a Gabriel

«para no hacer daño a Ángel. Cogí una pala y lo enterré Así él no sabría nunca lo que habría pasado».

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