MADRID, (ABC)
Los tertulianos están en contra. Repiten, que ahorcar a Sadam Husein no arreglará nada y desatará una ola de violencia.
Aunque todo es susceptible de empeorar, es difícil imaginar más terrorismo y más matanzas en Irak. En cualquier caso, no falta razón a quienes pontifican, contra la ejecución del sátrapa, alegando que no solucionará el embrollo.
Basta echar mano de la estadística o mirar las páginas de sucesos de los diarios norteamericanos, japoneses o saudíes, para comprobar que la pena máxima no evita que proliferen los asesinos siniestros y se cometan a granel crímenes espantosos.
Tampoco la posibilidad de pasar muchos años a la sombra, hace que disminuyan los robos, las estafas, la violencia doméstica o los pelotazos inmobiliarios. Y nadie, con dos dedos de frente, propone suprimir las cárceles.
Por mucho que aquí en España, políticos, profesores y periodistas apuesten por el “carácter rehabilitador” de las prisiones, es evidente que la pena tiene mucho de castigo. Si no fuera así, no tendría sentido meter en un calabozo a los caraduras de la Operación Malaya o a personajes como Mario Conde.
Ahora piensen en Irak y en sus atribulados habitantes. En los kurdos, cuyos hijos llamaban “bombas sin voz” a aquellos proyectiles que caían sin apenas hacer ruido y dejaban un olor raro… a manzanas. Las casas, los utensilios y los árboles permanecían misteriosamente intactos, pero sobre el pavimento quedaban centenares de cadáveres monstruosamente hinchados, con baba verde en los labios, motas de sangre en los oídos y cuajarones en las aletas de la nariz.
En los chiíes de Kerbala y Nayaf, a cuyos vástagos bajaron de los autobuses escolares, metieron a cientos en los fosos abiertos con bulldozers en los barrizales de Babilonia y enterraron vivos.
En los miles que tuvieron que peregrinar hasta la puerta de la cárcel, con el ataúd a hombros, para recoger el cadáver torturado de un pariente y pagar de su bolsillo a los verdugos.
A todos esos, les importa un comino la rehabilitación de Sadam o la opinión de los europeos. Lo que reclaman es venganza. Quieren que se castigue al criminal.
ALFONSO ROJO