Consuelo Sánchez-Vicente – Se llama crisis, presidente

MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Toca cambio. Renovarse, o morir. Tras el giro al centro del PP ahora llega el giro a la izquierda del PSOE. Los dos buscan conectar con una sociedad, como la nuestra, que más que en cambio parece estar en construcción.

Hasta la misma idea de la familia ha cambiado, valores que creíamos eternos tienen que convivir en igualdad de derechos y obligaciones con otros que se reclaman eternos también, y una babel de acentos distintos se cruza a diario en las calles y en los puestos de trabajo con las cuatro lenguas de nuestro país, sin más conflicto que el que provocan la miopía de algunos políticos, empecinados contra la lógica de los tiempos y el más elemental sentido común en viajar a la edad media del nacionalismo en pleno siglo XXI.

La derecha y la izquierda no son, contra lo que a veces pensamos, lo mismo.

El carácter crecientemente mestizo que han ido adquiriendo las sociedades de la globalización ha suavizado las aristas de las viejas ideologías, pero no es verdad que dé igual quién gobierne.

No es lo mismo Zapatero que Rajoy. Ni tiene por qué serlo. La opción que representa el actual presidente del Gobierno no es mejor o peor por sí misma que la que representa el actual líder de la oposición, o cualquier otra de la matizada paleta de la democracia.

Lo que consagra y ordena la Constitución es que los ciudadanos podamos elegir entre opciones políticas distintas. La política, como la sociedad, también tiene que ser diversa, plural.

Y la existencia de partidos distintos entre los que elegir es lo que garantiza el pluralismo político En la clausura del 37 Congreso del PSOE, Zapatero ha señalado que quien no entienda la diversidad de la sociedad española difícilmente podrá gobernar este país.

Yo creo que tiene razón, pero también creo que la tiene Rajoy cuando afirma que para conectar con la sociedad el político tiene que atender a los problemas concretos de los ciudadanos. La laicidad no es uno de ellos, ni el voto de los inmigrantes el principal.

Tanto para los españoles como para los inmigrantes, la prioridad es cómo salir de la crisis económica, de lo que hablamos en todas las lenguas, lo que más nos preocupa, es la crisis económica.

Anticipar respuestas a los retos del futuro está muy bien, pero sin olvidar los del presente. Lo que nos quita el sueño a los españoles y a los inmigrantes no es la laicidad sino cómo pagar la hipoteca y comer, o si mañana tendremos aún trabajo.

Ni siquiera en su discurso de clausura del 37 Congreso del PSOE el presidente Rodríguez Zapatero se ha dignado nombrar a la crisis por su nombre; y su alusión a que aunque la «situación» no es buena la superaremos porque somos «fuertes» fue desganada y retórica.

Si sólo fuera el líder del PSOE, allá él. Pero, del presidente cabe esperar un poquito más de responsabilidad.

Consuelo Sánchez-Vicente.

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