Agustín Jiménez – Las víctimas doradas

MADRID, 8 (OTR/PRESS)

A este paso, no hay que descartar que Ingrid Betancourt gane el Tour de Francia. Tras años de cadenas horribles, la liberó Uribe, su corruptísimo enemigo, y enseguida se ha puesto a hacer turismo, la han propuesto para el Nobel, ha subido al candelabro de todos los telediarios y le van a hacer película en Hollywood. Es muy posible que sea una bellísima persona pero la única justificación de su actual liderazgo moral es haber sido una víctima, famosa por su candidatura política y sus amigos diplomáticos. Desde luego, como relaciones públicas es un lince.

En Austria, donde últimamente pasan cosas muy raras, una pobre niña que había sucumbido a uno de esos mostruos que te esconden en zulos durante décadas sin que los vecinos se enteren, se convirtió después en estrella de la tele. Con menos garbo, hay un montón de exvíctimas que explota su triste excondición, a veces por dinero, a veces por fomentar la mala leche, y casi siempre para autocomplacerse en una muy discutible superioridad. Hay mujeres maltratadas, personas discapacitadas y pobres subsaharianos perfectamente desagradables.

Se puede haber sido víctima y ser un idiota o un sinvergüenza. En la dictadura franquista, había personas que creían sinceramente detentar la verdad porque habían pasado equis años en la cárcel, cuando en una dictadura, o en una ola terrorista, a cualquiera le puede tocar la china. Hoy muchas de las caras que salen a defender a las víctimas de ETA son particularmente detestables. Con las sociedades sucede igual. Explotando los complejos de culpa europeos y su larga conexión mercantil, los judíos han logrado un interés general en las desgracias que les infligieron los nazis. La compasión justa que reclaman no ha hecho más misericordioso al gobierno de Israel.

La lengua castellana dicen ahora que es una víctima (del catalán y del vasco; el gallego se habla menos y es del pueblo de Blanco y de Rajoy). Y es posible. Solo que el catalán y el euskera siempre han estado mal vistas y, aunque les pese a los de la España una, «no es español quien no sabe las cuatro lenguas de España». Solo que un montón de los que firman manifiestos se burlaron cuando Zapatero, en el Congreso, proponía celebrar el año del Quijote. Solo que Rajoy no sabe usar con corrección los pronombres personales. Al final, Rajoy, Ibaretxe o Puigcercós son tipos españoles que te cagas. Lo español es la verdulería ideológica, el desprecio al vecino y la paletez monolingüística. Los españoles somos todos víctimas doradas. Unos de otros.

Agustín Jiménez.

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