Andrés Aberasturi – Imposible creerles


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Hay días en los que uno no amanece para metáforas; si eso nos pasa a usted a o mí, la cosa carece de importancia, pero si le ocurre al presidente del Gobierno, todo el país reverbera y se convierte en una enorme caja de resonancia. ¿Cuántas veces se habrá arrepentido ZP en estas últimas horas de la historia del capitán del barco? Pues una o ninguna, porque yo empiezo a tener serias dudas de que él mismo y su entorno mas próximo vean otra cosa distinta de la que quieren ver.

Resulta fascinante el camino del Gobierno en los cien días que lleva re-instalado en el poder en el tema de la crisis. Coger las hemerotecas y repasar las declaraciones, debería ser un ejercicio obligatorio en las facultades de Periodismo, Derecho, Economía y hasta Filosofía y Filología para aprender hasta qué punto se puede negar la realidad, cómo se maneja -perversamente- el mismísimo lenguaje y de qué manera se van plegando velas en un barco sometido a tempestades pero guiado por un capitán que, como en el cuento, pregunta al espejo cada mañana «¿a que hoy hace muy buen tiempo?» y el espejo, o sea, ya se sabe quién, le dice que sí, que nada debe perturbar el rumbo del optimismo.

Pero van pasando los días y la realidad, que es terca como una mula y carece de carné de partido, empieza a inundar ni siquiera con prisa sino a un ritmo previsto por todos los que quería ver, los sótanos de las inmobiliarias, de las compañías aéreas, de las oficinas del paro etc. Y así llegamos hasta hoy, a trompicones, reconociendo que tal vez está cayendo un cala-bobos cuando lo que caía era un chubascazo; luego, cuando el chubasco se hizo tormenta, se reconocía un pequeño chubasco pero pasajero y al final, cuando la crisis llega ya al primer piso, nos tranquiliza la vicepresidenta: «hemos hecho frente a la situación con un plan de estímulo económico», «hemos seguido extendiendo derechos sociales, avanzando en la construcción de un país diverso», «en la idea de un país eficiente», «hemos trabajado intensamente, con confianza»… Y concluye con algo verdaderamente sorprendente: «Reconocemos la situación en toda su dimensión, la afrontamos con decisión, pero en vez de sucumbir al desánimo, queremos expresar confianza»

Si es que es imposible creerles por mucha buena voluntad que se ponga: ni han reconocido la situación en toda su dimensión nunca, ni la han afrontado con decisión, ni la confianza en abstracto -esa cosa- es capaz de sanear ninguna economía. Dicen que se avecinan medidas y se anuncian cuidados paliativos. Bien. Sabemos que no hay soluciones completas y lo aceptamos. Pero que no se les ocurra comprar a las inmobiliarias en suspensión de pagos el suelo que han acumulado o los aviones Spanair. Con mi dinero, no. Si al señor Martín de «Martinsa» (alarde de imaginación y ego) su particular pelotazo le ha estallado en la cara, pues ya sabe, a quedarse sin un euro, pagar las deudas y que se punte al paro si ha cotizado. Pero sacar las castañas del fuego a unos de los culpables de la hoguera, ni de broma.

Andrés Aberasturi.

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