Agustín Jiménez – Autoría intelectual


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Lo de «autoría intelectual» es una bonita expresión aportada al debate de España por individuos que, sin ellos hacer absolutamente nada, lograron tirar sobre Bagdad toneladas de bombas, y que ahora resucita – un verbo macabro en su caso – uno que en su día fue ministro especialista en vuelos sin motor y en póker de cadáveres.

Bien es cierto que, en actitud honrosa y marcial, él atribuyó el mérito de sus acciones a sus subordinados y solo recabó para sí la invicta gloria de haber expulsado de Perejil, en tremenda lid, a cinco, o cuatro, cabras monstruosas.

Dos ministros – este incluido – coronaron sus títulos universitarios durante su etapa en el sillón. Un poco tarde para intelectualizarse, pero el ministerio deja mucho tiempo libre y ¿quién le niega un sobresaliente a un ministro? Cuando sus enemigos ganaron las elecciones, el grupete de intelectuales sobrevenidos achacó el percance a la «autoridad intelectual» de X ( e incluso de Z), porque obviamente sus propias mentiras y chapuzas y su inmoralidad notoria no podían calificarse de «intelectuales».

Este partido de españoles tan poco recomendables – el único decente de Europa según un grupo pronazi muy influyente en la trilingüe Bélgica -, autoriza los hechos con maestría y responsabilidad y además nos los aclara.

Así, ellos nunca fueron autores de los que los demás creímos verles hacer, aunque Zapatero, por ejemplo, sí es autor único de hazañas internacionales inasequibles para gigantes de la talla de Merkel o Sarkozy.

En efecto, en su maldad laica, tal vez para encarecer las peregrinaciones papales, el inútil autor intelectual del presidente ha encarecido el petróleo, especulado en Seseña y acaparado el pollo, el arroz y los tomates.

Con tantas idioteces no nos dejan tiempo para criticar lo que deberíamos: el morro general de los Zapateros de este mundo, otra vez reunidos esta semana en lo de Doha, que insisten en su completa falta de «autoría intelectual» en la crisis que conocemos.

Por si alguien no lo ha comprendido aún, la globalización y sus pompas no son culpa de nadie, es decir, carecen de «autoría intelectual».

Pero, si los gobiernos son impotentes frente a las tendencias arbitrarias del mercado, frente a los malos hábitos y frente a los sinvergüenzas que especulan, si a los gobiernos se la repanpinfla nuestra supervivencia y no van a tener autoría alguna en la configuración del futuro, ¿para qué narices los necesitamos?

AGUSTIN JIMENEZ

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