Carlos Carnicero – Cosas para meditar en Agosto


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Agosto –el ferroagosto que definieron los italianos para la diáspora veraniega del Mediterráneo- se presenta este año con asuntos sólidos y graves para llevar en la cesta de la playa.

El vicepresidente Solbes anuncia ahora la posibilidad de crecimiento cero. Hemos asistido a una riada que se ha llevado por delante las reticencias del presidente del Gobierno para definir a la crisis; ahora el pánico es mayor porque cabalga sobre la desconfianza hacía quien llamaba antipatriotas a los que anunciaban lo que no ha tardado en llegar.

Los hechos terminan por ser más tozudos que las promesas.

Hay crisis importantes para meditar debajo de la sombrilla: la confrontación con el gobierno de Cataluña no es menor, condenando a Zapatero a no desprenderse de la dinámica territorial que abrió en la anterior legislatura y que ahora pasa factura.

El terrorismo acecha hasta el punto de que el Gobierno Vasco teme un gran atentado. ETA, sin duda, lo necesita porque debe reconstruir su credibilidad por el único método que sabe hacerlo. Rubalcaba hace muy bien sus deberes pero tenemos que estar emocionalmente preparados para un susto.

Los presupuestos no parece que puedan encontrar un respaldo barato ni en términos económicos ni políticos. El Gobierno tiene que acostumbrarse a la ausencia de crispación sin síndrome de Estocolmo de la brutalidad del PP; ahora gobernar no admite pretextos porque en la medida que pasan los días se acrecienta la idea de que el nuevo equipo de Rajoy ha solidificado nuevos métodos.

El lobo, que llegue el lobo, ya no moviliza la incodicionalidad. Sin embargo las reflexiones debieran ser de más calado y están esbozadas por los doscientos mil berlineses que salieron a la calle para observar a Barak Obama de cerca.

El atractivo en Europa del joven candidato norteamericano se cimienta en la conciencia de que hace falta un cambio profundo; ya no sirven los parches ni los fetiches.

Los economistas progresistas, despejándose poco a poco del complejo de derrotados por los conservadores durante cuatro décadas, anuncian el final de una era sin tener dibujada la de repuesto.

Pero ya se están estableciendo algunos consensos. Una economía global basada en el consumo no da más de sí: la crisis alimentarías y energéticas anuncian que el modelo ya no puede ensanchar su capa social con mucha más explosión industrial en oriente.

Y no solo porque el consumo está destruyendo el planeta. La tarta que se comían unos pocos ya no da más de si. Se acabo la fiesta tal y como estaba concebida. Incluso los supuestos progresistas españoles blindan lo que queda del estado del bienestar y no quieren que vengan los abuelos a vivir con los hijos que cuidan a los nuestros.

Es el nuevo concepto de solidaridad socialista que le han encargado materializar al socialista catalán Corbacho. Lo podían haber dicho en campaña electoral. Llegar a ministro de Trabajo para ejercer de policía de inmigración no debe dar muchas satisfacciones salvo que haya sido la condición aceptada para ser ministro.

¿Por donde andará el bueno de Jesús Caldera? La ecuación del verano es la de que el consumo no garantiza la felicidad porque la crisis pasa una cuenta demasiado dura a la vida concebida a base de plazos e hipotecas.

Y sobre todo, porque los que se han forrado en las épocas de esplendor quieren que les ayuden –incluso desde la oficina económica del Gobierno, uno de los mayores escándalos de la democracia sin que nadie haya pasado la cuenta- mientras que los que se dejan el lomo con un salario precario reciben ahora la presión para no pedir aumentos salariales.

Ni en las vacas gordas ni en las vacas flacas; lo que antes era la clase trabajadora va ahora a las grandes superficies para dejar sin relieve la tarjeta de crédito porque su consumo mantenía viva la economía de la que eran beneficios los capos de las grandes corporaciones.

Ahora que ya no tienen crédito se deberán conformar observando cómo los dirigentes de este despilfarro piden ayudas públicas. ¿De verdad el estado no tiene suelo como para que se lo tengamos que comprar a quienes lo han estado sometiendo a la especulación?

Y ¿quién ha montado este lío de las hipotecas basura? Pues grandes ejecutivos que ya cobraron bonus por una idea que ha conducido al mundo a la catástrofe. Pero nadie les va a reclamar a estos linces que devuelvan los sobresueldos que ya se habrán gastado.

El mercado exige que los grandes ejecutivos de las corporaciones ganen lo mismo que el delantero centro del Real Madrid; al final, aunque unos y otros no metan goles, nadie devuelve lo percibido. Todo esto son cosas lo suficientemente abstractas como para pensarlas en verano. No creo que haya mejores temas para meditar a la sombra.

Carlos Carnicero

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