Pedro Calvo Hernando – Un obispo (cardenal) en La Moncloa


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Los obispos venga a pedir dinero y favores al Gobierno, al mismo al que maltratan, desprestigian e insultan gravemente, hasta el punto de que incluso el Papa de Roma tuvo que recomendarles que fueran más prudentes. Los motivos de enfrentamiento han sido y son infinitos, debido al hecho de que ellos pretenden imponer a todos sus particulares visiones, al tiempo que no permiten que ni el Gobierno ni nadie se meta en sus cosas.

Este viernes se ha visto Zapatero con Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal, para tratar de los temas infinitos (laicidad, aborto, eutanasia…), pero empezando con la petición de que el Gobierno ayude para la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid dentro de tres años, con presencia viva del Pontífice y la infinita parafernalia de este tipo de eventos.

Lo sorprendente es que el presidente del Gobierno lo acepta, es más, ya lo tenía decidido de antemano.

No se ha enterado Zapatero que cuanto más ceda, más le exigirán, sin reciprocidad ninguna.

El encuentro de la Moncloa se produce cuando la justicia acaba de condenar por cuarta vez al locutor estrella de la cadena episcopal por los más anticristianos e insolidarios insultos y vejaciones, esta vez al ex director de ABC, conocido diario de la izquierda radical y antirreligiosa.

Somos infinitos los creyentes que seguimos escandalizados de lo que viene sucediendo en esa cadena de emisoras, donde predominan los mensajes anticristianos, preñados de falta de respeto y de insultos y descalificaciones a todo perro y gato, sin que nunca los dueños de la tal cadena -los obispos- hayan hecho nada por evitarlo ni por extenderla a otros sectores del cristianismo no comulgantes con las obsesiones y la ideología de quienes imponen allí sus exclusivos criterios.

Mientras tanto, los creyentes observamos con pena el masivo abandono de los ciudadanos, sobre todo los jóvenes, de los templos católicos, al tiempo que aumenta la presencia de otros credos y confesiones (esto no me produce ni pena ni alegría), sin que tales mutaciones parezcan quitar el sueño a los primeros perjudicados.

Pedro Calvo Hernando.

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