Agustín Jiménez – Cañonazos al cielo


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

En nombre del Olimpo, ese quinto de la población mundial que llamamos China va a copar durante días las teles, los periódicos y las discusiones públicas. En ningún sitio es más falso que en China que las cosas se reduzcan a dinero.

Según los indicios, los chinos no buscan la hegemonía política ni el arribismo monetario. Lo que piden es respeto, ser de nuevo, como indica el ideograma que cifra su país, «el centro del mundo». Millones han trabajado para ello y han tenido gestos insólitos.

El presidente Hu («who»? – preguntaba Bush en el chiste) ha sido el primer mandarín de la Historia que ha concedido una rueda de prensa. Los embajadores han movilizado a miles de activistas ( en París, por ejemplo, viven 300.000 chinos; dense un paseo por Belleville). Las televisiones capitalistas han mostrado imágenes de milicos confucianos disparando cañones contra el cielo que, pese a la euforia o la paranoia reinantes en Pekín, se niega todavía a llover decentemente y a limpiar la atmósfera inferior para que cabrioleen a gusto los quejicas atletas de Occidente.

Mientras las librerías americanas propagan kits de salvamento para la era proyanqui, el resto del mundo – con su quinto de chinos – se reorganiza como puede. Incluso con aspectos como el casamiento de Iberia y British Airways, que, con perspectiva histórica, es tan pintoresco como una alianza entre la flota de Nelson y la Armada Invencible. La globalización se va a hacer pero en direcciones imprevistas.

Como estaba previsto, la última ronda Doha ha fracasado en Ginebra (las importaciones en los países en desarrollo, el algodón). Viendo cómo se comportan los rusos desde hace meses, no son descartables nuevos movimientos proteccionistas. Y resulta tan paleto como patético que el precio de la hamburguesa BicMac se siga empleando como patrón de referencia del poder adquisitivo. En su momento, para contrarrestar las experiencias gastronómicas de los demás, los americanos propusieron experiencias gástricas como esta.

Gran parte de la actual deuda de Estados Unidos la están financiado los chinos. Ya es un lugar común afirmar que, mientras los americanos consumían, los de Confucio ahorraban. Visto lo visto, y cargados como están de pagarés de insolventes, los nuevos amos podrían aspirar a moldear las finanzas internacionales. Un experto nativo cita un significativo detalle menor: los intercambios entre Rusia y China ya no se contabilizan en dólares sino en monedas más olímpicas: en rublos y yenes.

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