Francisco Muro de Iscar – Criminalizar la inmigración


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi ha mandado al Ejército a la calle. Oficialmente para luchar contra la delincuencia. En realidad, para crear la imagen de que los inmigrantes irregulares son los culpables de la delincuencia y, por tanto, hay que acabar con ellos.

El Gobierno italiano ha puesto en marcha otras iniciativas, como dar poderes especiales a los gobernadores de Milán, Nápoles o Roma para atender la «emergencia gitana», censar a todos los gitanos italianos, ciudadanos de ese país con todos sus derechos, y equipararles a los extranjeros, o, lo que es aún peor, crear un banco de datos con el ADN de los gitanos rumanos. Posiblemente nos depare otras acciones similares en el futuro.

La medida italiana tiene precedentes: el año 90 en Sicilia. Pero entonces era para combatir a la Cosa Nostra, a la mafia que amenazaba no sólo la libertad sino al propio Estado. ¿Es ésta una situación comparable? Los militares italianos que patrullan en nueve ciudades pueden cachear y detener a cualquier ciudadano que esté cometiendo un delito o «que parezca peligroso». Sesenta y dos millones de euros cuesta una operación que, también hay que decirlo, ha sido saludada por muchas personas con gran satisfacción.

Seguramente la reacción popular sería parecida en España donde el Gobierno ha realizado un clarísimo viraje en la política de inmigración, aunque no ha llegado ni de lejos a los extremos de Berlusconi. Pero esta sociedad de la opulencia aún en tiempos de crisis, debería reflexionar por encima de la emocionalidad.

Los derechos humanos son universales, no son locales. No debería haber más que una patria, la humanidad. Y no es justo que, por el mero hecho de haber nacido unos kilómetros más arriba a o más abajo, unos tengamos derecho a casi todo y otros a casi nada. Los inmigrantes irregulares, lo ha dicho la Abogacía española, no pueden ser considerados delincuentes, no se les puede aplicar el concepto de pena o de prisión ni expulsarles sin asesoramiento y defensa legales.

Todo ello contrasta con la hipocresía de la Europa comunitaria que quiere dar un trato especial a los inmigrantes de élite, de forma que no tengan que regirse por las leyes que valen para todos los inmigrantes. Europa, que envejece a marchas forzadas, va a necesitar en un futuro próximo mano de obra joven de máxima cualificación y la va a buscar allí donde esté, en los países emergentes o en los subdesarrollados.

Si el nivel de formación es bajo y, además, les robamos el capital humano, salir de la miseria será imposible. Hay, por ejemplo, más médicos nigerianos en Estados Unidos que en Nigeria. Y aún pretendemos que nos respeten.

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