Ramón Pi – Desde la libertad – Soljenitsin


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Acaba de morir Alexandr Soljenitsin, el escritor que ganó el Nobel de Literatura por su memorial titulado «Archipiélago Gulag», el escalofriante relato de los campos de concentración soviéticos bajo Stalin, y bajo los que siguieron a Stalin, uno detrás de otro, mientras perduró la Unión Soviética antes de cerrar por quiebra en 1991.

Es oportuno hacer esta precisión porque la izquierda occidental, en especial la que todavía tiene callos en las rodillas de reverenciar a Mao, Fidel Castro y demás déspotas, prefiere decir «stalinismo» en lugar de «comunismo», porque así cree que se escabulle mejor de su pasado reciente de servilismo hacia los sucesores de Stalin.

Nuestros socialistas pertenecen a esta izquierda vergonzante que ahora se proclama democrática, pero que aún se resiste -con una resistencia que sería patológica si no fuese enteramente coherente- a admitir que el socialismo marxista es la causa de los mayores genocidios de la historia humana después del aborto consentido por las leyes.

Se proclaman democráticos, pero Felipe González y Alfonso Guerra fueron a hacer la reverencia al barco «Aurora» en la URSS, todavía hay quien peregrina a Cuba a rendir tributo al «Coma-andante» (en feliz expresión de Zoé Valdés), y por lo que respecta a Soljenitsin y el socialismo español, aún se recuerda el lamento de ese tótem de la izquierda literaria que fue Juan Benet por la libertad del escritor ruso, para quien pedía los peores castigos al más puro estilo soviético.

Soljenitsin se limitó, en su oceánico «Archipiélago Gulag», a reflejar la desnudez del emperador del cuento, que todos tenían delante de los ojos y no querían ver. Y tras la celebridad de su premio Nobel, avisó a Occidente de un futuro negro si persistía en cavar su propia fosa relativista y carente de principios. Lo hizo con su estilo eslavo, con su punto de vista de cuño netamente ruso, pero el fondo de su discurso ahí está, ahí permanece, y los hechos, lamentablemente, parecen estar dándole la razón.

Ahora vendrán los obituarios y las lágrimas de cocodrilo. Pero mucho me temo que van a mantenerse las resistencias a aceptar su mensaje.

Ramón Pi

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