Andrés Aberasturi – Los JJOO como metafora


MADRID, 8 (OTR/PRESS)
Como casi todos los seres humanos de buena voluntad, yo también me he planteado mi posición frente a un acontecimiento global y cuya base es la superación de las diferencias, el valor de la paz, la necesidad de entendimiento.

Este era el espíritu de los modernos juegos olímpicos que han ido degenerando a la misma velocidad que se convertían en un fabuloso negocio por una parte y en un instrumento político por otra.

En cada nueva cita olímpica tenemos ocasión de rememorar el monumental cabreo de Hitler ante las victorias del mítico de Jesse Owens (al que también ignoraron después en los EEUU), los boicots durante la guerra fría y tantos escándalos dinerarios de compra-venta de votos con los que nos vienen obsequiando algunos miembros del Comité Internacional. Lógicamente ya nadie cree en el «espíritu olímpico» a nos ser los propios deportistas y no todos.

Por eso la apoteósica apertura de los JJOO en Pekín no dejó de ser más que una metáfora fastuosa en la que supieron unir para mostrarla al mundo su tradición milenaria, el ritmo americano y el desarrollo de las nuevas tecnologías.

Y todo para enseñar al mundo lo que justamente no es: sobraba la paloma de la paz sobre un pueblo reprimido por sus gobernantes; sobraba la demostración de Tai-Chi que une al hombre con la naturaleza en una ciudad que soporta índices de contaminación extraordinarios y, naturalmente, no sé si sobraban o no pero era raro ver a tanto mandatario mundial realzando con su presencia el evento mientras condena el régimen que lo organiza. Lo condenan con la boca pequeña, claro, porque ante un mercado como China es mejor no mirar demasiado y pasarse lo justo en las acusaciones.

Entiendo que los boicots siempre perjudican a los más inocentes o a los más débiles y es posible que lo mejor para todos, incluidos los chinos y los tibetanos, sea que los Juegos se celebren en paz y aceleren el tímido camino, con tantos altibajos, iniciado por el gobierno de Pekín hacia un posible aunque aun lejano régimen de libertades. No lo creo, pero ante los hechos consumados, mejor es pensar en positivo.

El resto serán décimas de segundo, un centímetro de más o de menos y la gloria para unos pocos. Luego, todo pasará hasta que dentro de cuatro años se ponga de nuevo en pie esta inmensa carpa global en la que lo mismo se vende un régimen que una marca de zapatillas.

a.aberasturi

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