MADRID, 10 (OTR/PRESS)
Ni siquiera agosto ha podido aliviar la fuerte tensión política a la que está ahora sometido el presidente Zapatero, con frentes tan diversos como, en primer lugar, la amenaza de una recesión inminente; en segundo término, la escasez de recursos ante la financiación autonómica y los consiguientes problemas con Cataluña, y, finalmente, los inciertos calendarios electorales en Euskadi y Galicia, de los que sólo este último está bajo su control, aunque formalmente el adelanto dependa del presidente de la Xunta, que es de su partido.
En el fondo -menos el problema vasco-, todo es debido al alcance de la crisis económica que él intentó negar en un gesto inútil y que terminará pasándole factura, salvo que sepa disculparse bien y a tiempo. ZP está asomado, pues, a importantes problemas en tiempo de vacaciones, lo que puede dar una idea de cómo será el otoño, cuando la crisis arrecie y el desempleo se dispare.
Fruto de una decisión sin precedentes, Zapatero presidirá en pleno mes de agosto la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, junto a su vicepresidente económico, Pedro Solbes, lo cual ya puede dar idea de la tensión política que desata la crisis, aunque lo realmente importante será ver para qué sirve esa excepcional reunión que algunos quisieran interpretar como el punto de partida de unos segundos pactos de la Moncloa, en recuerdo de la salida a la crisis que amenazó la implantación de la democracia en España, a finales de los años 70.
Es verdad que hoy la democracia no está en peligro, pero no lo es menos que el alcance de la actual crisis admite bien la comparación con la que se había encarado, con acierto, el profesor Fuentes Quintana.
Todo parece indicar que esta crisis no se gestionará con la complicidad de la Oposición. Ahora bien, tal y como funciona España, que es un país de corte federal, a Zapatero le costará mucho hacer recortes sin el consenso de las comunidades autónomas, de ahí la necesidad de una Conferencia de Presidentes centrada en la crisis y capaz de desbloquear los problemas de la financiación. Estos son más serios de lo que el Gobierno quiere reconocer, sometido como está a la presión de Cataluña, desde donde no piden más de lo que el propio Zapatero les prometió y reconoció legalmente.
José Luis Gómez.
