MADRID, 12 (OTR/PRESS)
Difícil será decir que la estancia en prisión de Otegi y sus compañeros de la dirección de Batasuna ha resultado estruendosa: No han hecho un ruido. Y cabe suponer que les ha servido para recapacitar sobre el presente y el futuro de la organización a la que han venido sirviendo, la banda ETA.
De ahí que resulte sorprendente la primera actitud conocida de Otegi, cuando ya tiene que estar disponiéndose a abandonar la prisión de Maartutene: Se ha sabido, en efecto, que quien fuera el portavoz batasuno e interlocutor con el Gobierno en el proceso de negociación con ETA regresa a la libertad tratando de recabar el apoyo de los presos de la banda para promover un diálogo que pudiera poner final a lo que los batasunos y etarras llaman «conflicto con España», o sea, el terrorismo que ETA lleva a cabo desde hace cuarenta años.
Otegi, sin ningún género de dudas, sostiene que debe retomarse la negociación y lograr un acuerdo político. Pocos como Otegi, con bastante probabilidad, lamentaron el final de aquel proceso del año pasado, que pudo estar a punto de conseguir el final dialogado de la violencia, pero que interrumpieron de manera violenta algunos grupos de etarras disconformes con la marcha de la negociación.
Ahora, Otegi parece que intenta regresar a aquellos tiempos en los que él mismo tenía importante protagonismo en las conversaciones, antes de pasar a cumplir pena por enaltecimiento del terrorismo. Otegi ha tenido que reflexionar sobre su propia condición: de ser «alguien» y estar a diario en titulares de periódicos, a pasar a ser un recluso de quien apenas se ha conocido una opinión. ¿Quiere recuperar el protagonismo, ni más ni menos?
Se ha especulado con la posibilidad de que, a su regreso a la libertad, Otegi se vería privado del liderazgo de Batasuna que mantuvo durante años, sustituido, como siempre sucede en la banda y sus alrededores, por elementos más duros, más combativos, menos próximos a cualquier entendimiento. Si no fuera de ese modo, Otegi demostraría que sigue teniendo un predicamento y un claro predominio sobre los restantes batasunos o fuerza civil de la banda armada. ¿Volverá Otegi con todo su antiguo liderazgo? Pronto se verá. Y se comprobará también si tienen razón estas intenciones que ahora se le atribuyen, de querer dirigir a los presos etarras para tratar de reclamar al Gobierno una nueva fase de negociaciones.
Esa es otra cosa que está por ver: la disposición del Gobierno a atender, cómo, cuándo, en qué condiciones, las invitaciones que quisiera y pudiera hacerles llegar el muy numeroso grupo de etarras presos, por encima del medio millar. Y finalmente, el caso que a tales etarras pudieran hacer los miembros de la banda en libertad, los comandos activos, y decididos a seguir matando hasta pasar a ser, también ellos, reclusos diseminados por medio centenar de cárceles.
José Cavero
