Charo Zarzalejos – Otegi


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Cumplida la pena impuesta, Arnaldo Otegi abandonó ayer por la mañana la prisión donostiarra de Martutene. A la salida recibió el afecto de los suyos, pero el recibimiento ha estado muy lejos de lo que hubiera sido hace diez o doce años.

La izquierda abertzale existe, es una realidad constatable en los pueblos y calles del País Vasco, pero nunca ha estado tan huérfana, tan descabezada como ahora, con el agravante para ellos de que el horizonte judicial de sus más famosos líderes no les permite hacer planes de futuro.

Quien ayer abandonó la prisión, ha sido durante muchos años la cara más visible, e incluso amable, de la izquierda abertzale. Otegi forma parte del paisaje político y mediático vasco y en más de una ocasión se han llegado a depositar en él esperanzas claramente infundadas por parte de los más voluntaristas y, desde luego, desconocedores de la compleja realidad vasca. Con él se ha cometido un error de cálculo. Nunca ha sido Otegi un político con mando en plaza. Ha sido, eso sí, un cualificado relaciones públicas, encargado de presentar ante la opinión pública y de gestionar ante las demás fuerzas políticas la que, en definitiva, ha sido la estrategia de ETA. ETA es la jefatura suprema de cualquier estrategia de la izquierda abertzale.

Los acontecimientos irán marcando el territorio en el que Otegi se va a mover en el futuro más o menos próximo; pero por mucha cancha que pueda tener, Otegi ha perdido todas las oportunidades que ha tenido, y que han sido muchas, para dar el paso al frente y denunciar la violencia de ETA y pedir a la organización terrorista que abandone su triste y cruel historia. Y así, sin armas, optar por la política pura y dura, esa que permite declararse independentista pero abominar del crimen y de quienes lo cometen esa política que se somete a las urnas y defiende los derechos ajenos con tanta pasión como los propios.

Por desgracia para todos y también para él, Otegi nunca será el Jerry Adams vasco. Ni manda ni ha mandado nunca, de ahí que todo lo que diga hay que tomarlo a título personal y siempre con extraordinaria cautela. Ayer mismo dijo que no había más camino que la negociación para solucionar el conflicto. Esto es algo que él ha defendido siempre, porque ETA siempre ha aspirado a que su final no sea la derrota, sino el reconocimiento de que tenían razón, de que su criminal estrategia tenía un sentido y de que, en fin, su imaginaria patria ha existido siempre.

No hay que descartar que a medio o largo plazo surjan voces abertzales clamando por la negociación, o que incluso la propia ETA lance un nuevo anzuelo. Esto es algo cíclico. Pero es lo de menos. Lo importante es la respuesta de los demócratas y ayer mismo José Blanco dijo que no había nada que hacer, que la puerta del diálogo estaba cerrada y que Otegi debía convencer a ETA de que debía dejar las armas.

ETA no merece más oportunidades. Ha colmado la paciencia, ha superado con creces las dosis de buena fe de los demás. Y siempre, ha tratado de chantajear no al Gobierno de turno, sino al propio Estado. ETA ha elegido estar en donde está, por eso, efectivamente, el papel que le queda a Otegi y a otros famosos de la izquierda abertzale es trabajar para que ETA deje las armas o callarse, porque todas sus proclamas a favor del diálogo van a caer en saco roto. Deben caer en saco roto hasta tanto ETA no diga cuándo y dónde abandona su estela de terror.

Charo Zarzalerjos.

TIENDAS

TODO DE TU TIENDA FAVORITA

Encuentra las mejores ofertas de tu tienda online favorita

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído