Isaías Lafuente – ¿Consenso?


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

El ministro de trabajo, Celestino Corbacho, ha anunciado por sorpresa que, salvo contadas excepciones, suprimirá la contratación de inmigrantes en origen en 2009.

El argumento empleado para justificar esta idea es que «no parece razonable que con 2,5 millones de parados sigamos recurriendo a la contratación de extranjeros».

Una razón aplastante que, sin embargo, se resquebraja si proyectamos esa misma lógica frente al retrovisor. Porque hace un año la cifra de paro, notablemente inferior a la actual, alcanzaba sin embargo los dos millones de parados y aún así se hicieron más de 200.000 contrataciones en origen. Y este mismo año, con la crisis en fase expansiva, se han firmado otros 80.000 contratos más.

No hay que haber estudiado en Harvard para concluir que el problema no reside en quienes vienen a España a buscar un trabajo sino en que sigue habiendo una distorsión en nuestro mercado que obliga a buscar trabajadores fuera porque los nacionales, sencillamente, no quieren ocupar según que empleos, haya dos o dos millones y medio de parados.

La idea de Corbacho es discutible técnicamente, y el momento y la forma de anunciarla no han sido precisamente los mejores desde el punto de vista político. Si en plena crisis la restricción en la llegada de inmigrantes se aporta como una de las soluciones al problema, no tardaremos ni cinco minutos en escuchar voces que hagan una interpretación torticera identificando el fenómeno contrario – la llegada de trabajadores extranjeros a España – como una de las causas de la situación que vivimos. La última campaña electoral nos proporcionó algunas desagradables perlas al respecto.

Pero además, resulta chocante que el ministro hiciera público su anuncio tras mantener la primera reunión con patronal y sindicatos en la mesa de diálogo social, en cuyo encuentro no fue abordado el tema.

Fuera olvido u ocultación, la torpeza es grande. Antes del verano el presidente Zapatero se reunió en la Moncloa con los principales dirigentes empresariales y sindicales y les prometió que no iba a aprobar ninguna iniciativa que afectase a los intereses de los trabajadores sin consenso previo.

No parece que la iniciativa de Corbacho y la forma de anunciarla respondan a ese espíritu, ni resulta conveniente que al Gobierno se le abran más trincheras alrededor. Así que el presidente tendrá, el próximo miércoles en el parlamento, una ocasión inmejorable para explicar esta y otras muchas cosas.

Isaías Lafuente.

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